Llevamos más de treinta años utilizando herramientas digitales para corregir imágenes, pero actualmente es muy sencillo editar una foto nuestra utilizando filtros de aplicaciones como Snapchat, TikTok o Instagram. Algo que nos permite cambiar nuestra apariencia física de manera virtual, podemos reducir, rellenar y aumentar partes de nuestro cuerpo mediante aplicaciones y crear así una imagen nuestra que tiene poco que ver con la real.
El problema viene cuando nuestro cerebro se enfrenta a estos rostros embellecidos mediente filtros y aplicaciones, algo que ha estudiado en profundidad el Boston Medical Center.
Tal y como explican desde el suplemento de moda de El país, SModa, «según contó la doctora Petya Eckler, profesora experta en imagen corporal y redes sociales de la Universidad de Strathclyde, en un artículo sobre el tema en la revista The Face, nuestro cerebro está programado para juzgar la belleza de los demás y compararla con la nuestra. Si esas comparaciones son, en la mayoría de los casos, desfavorables para nosotros, si creemos que no somos tan bellos como las personas a las que seguimos en redes, nos sentiremos mal y nuestra autoestima caerá en picado.»
¿Sabías que…
La implicación que tienen los selfies en nuestras vidas ha sido el objeto de estudio que llevaron a cabo Jessica Ridgeway y Russell Clayton. Ambos investigadores realizaron diversas preguntas a 420 personas con edades comprendidas entre 18 y 62 que disponían de una cuenta de Instagram.
La conclusión a la que llegaron fue que se produce un aumento de la autoestima cuando se obtienen muchos ‘me gusta’ y una reducción notable de la misma cuando se consiguen menor cantidad.
Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC explica que «El problema viene cuando la insatisfacción con nuestra imagen corporal se convierte en una obsesión que tiene consecuencias sobre nuestra vida. Es entonces cuando estaríamos hablando de un trastorno dismórfico corporal”.
Aunque algunos medios de comunicación han acuñado el término “dismorfia del selfie” para referirse a los casos en los que esta enfermedad surge directamente de la relación de una persona con las redes sociales, según el experto, la dismorfia del selfie no existe como tal en psicología. “El trastorno dismórfico corporal es una enfermedad mental por la que una persona no acepta la realidad de su propio cuerpo y se obsesiona con alguna imperfección,…»
Y prosigue explicando que las redes sociales “contribuyen a acelerar y a hacer visibles problemas que antes no existían o se podían sobrellevar más fácilmente. Gracias a los filtros, podemos generar una nueva imagen de nosotros en internet con la que nos sentimos mejor. El problema es la realidad, porque cuando nos miremos al espejo seremos la misma persona de siempre”.
Esto hace que algunas personas salgan menos o sigan llevando mascarilla para ocultar su rostro que nada tiene que ver con el virtual. Esa disconformidad con el físico sería la responsable de que algunos se sometieran a operaciones de cirugia estética.
Soler explica que «Esto no quiere decir que todo el mundo que usa un filtro sufra de dismorfia, claro. Solo puede calificarse como tal cuando estas preocupaciones se convierten en el eje central de la vida de una persona, cuando la obsesión por la imagen interfiere en sus estudios, en su trabajo o en sus relaciones. «
Además hace hincapie en la importancia de la familia y amigos a la hora de detectar este tipo de trastorno, «… ya que son los que primero detectarán cualquier conducta anormal: obsesión con el pelo, con una peca o con el peso, de una intensidad fuera de lo común. Ese sería el momento de hablar con ese hijo, hermano o amigo y sugerirle que busque ayuda terapéutica»
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