Adicionalmente, anualmente, miles de móviles quedan excluidos de la lista de modelos compatibles con aplicaciones indispensables como WhatsApp. Estamos frente a un problema que se volverá cada vez más común: aplicaciones que restringen su funcionamiento en dispositivos más antiguos, algunas que requieren actualizaciones ocupando un espacio adicional, y otras que, simplemente al actualizarse, dejan de operar o brindar soporte.
Existen sistemas operativos que en general ralentizan nuestros dispositivos. El ejemplo más claro es Apple, que arrastra un problema en sus terminales. Numerosos usuarios informan que con cada nueva actualización del sistema, la duración de la batería de sus teléfonos disminuye, incluso en dispositivos recién adquiridos. Esto se debe a que la actualización mantiene aplicaciones ejecutándose en segundo plano, como Apple Music, Instagram o Youtube, o impone la permanencia de ciertas funciones activas, como la ubicación o el asistente. Además, en dispositivos más antiguos, los nuevos sistemas operativos tienden a consumir más RAM, resultando en una disminución de la velocidad.
De este modo, a pesar de las mejoras en la seguridad que puedan acompañar a una actualización del sistema, la contrapartida incluye en términos generales:
Mantener actualizado el sistema operativo es crucial para la seguridad del dispositivo, incluso más que las propias aplicaciones. Aunque algunas, como las bancarias o de pago, pueden solucionar problemas de seguridad con actualizaciones, muchas relacionadas con el entretenimiento o las redes sociales simplemente agregan funciones o modifican la interfaz.
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