Cuando congelamos un alimento lo hacemos entre menos 18 y menos 35 grados. A estas temperaturas inhibimos la proliferación de microorganismos patógenos peligrosos para la salud y evitamos reacciones químicas responsables de que los alimentos se pongan malos. Congelar un alimento aumenta su vida útil pero con el tiempo la calidad del mismo disminuye, y es que la congelación no destruye las bacterias, solo ralentiza e inhibe su actividad y proliferación mientras está bajo esas temperaturas.
En declaraciones a La Vanguardia, María Rosa Urdiales, vocal de la Sociedad Española de Seguridad y Calidad Alimentarias (SESAL) explica que «la duración de las propiedades de los alimentos en congelación depende de muchos factores. El más importante el tipo de congelador. A más frío, mejor serán las condiciones».
Pero hay más factores que influyen en el grado de conservación de la comida, entre ellos la manera en la que la guardamos y el tamaño. Respecto a lo primero según la experta lo ideal es envasarlo al vacío para que no absorba olores y la calidad de la congelación sea mejor porque el alimento así no pierde agua. Casi igual de eficaz es envolverlo en papel de plástico, cuanto más pegado al producto mejor.
Es importante también guardar la comida en trozos pequeños si no tardarán mucho en congelarse y su calidad disminuirá y explica, «si la congelación es lenta, los cristales de hielo que se forman van a ser grandes, van a romper la estructura del alimento y, al cocinarlo, este quedará más seco y fibroso».
Una vez congelados de manera correcta la duración de cada alimento varía en el caso de la carne si es picada entre tres y cuatro meses, el fiambre entre uno y dos, el pollo y el pavo pueden durar entre nueve meses y un año congelados y la carne roja entre cuatro y doce meses.
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