Lo explican desde El Mundo: «La legislación europea sobre envases impuso en 1975 que el vino solo pudiera venderse en ciertas medidas. Para el rango entre medio litro y un litro, se estableció el formato de 750 mililitros como el único permitido. Estados Unidos adoptó la misma medida en su estándar métrico para envasado de líquidos en 1979”.
Pero además, según los expertos, esto responde a una cuestión casi histórica. Así lo recoge Uppers: “el tamaño de la botella siempre ha dependido del soplado del vidrio que se hacía de forma manual. Los artesanos tenían una capacidad pulmonar como para hacerla de entre 700 ml y 800 ml soplando una sola vez”.
Como el tamaño de las botellas no era estándar, el vino se comercializaba en barriles o cubas para después llenar las botellas y servirlos en casas y cantinas. Esto cambió con la llegada en el siglo XVII del horno de carbón con el que se podía trabajar a temperaturas más altas y fabricar así un vidrio más grueso y oscuro, algo que junto con la invención del corcho facilitó que el vino se pudiera transportar en la misma botella, ya mucho menos delicada.
Pero además desde El Mundo apuntan otra razón, que en este caso «tiene que ver con las medidas que se usaban hace siglos en Europa. La básica era el galón imperial o británico, que equivale a unos 4,5 litros. Una sexta parte, 750 mililitros, se consideraba la adecuada para transportar botellas de vino. Francia y Gran Bretaña adoptaron un estándar común en la época colonial, en la que se exportaban grandes volúmenes en barriles de 225 litros, cifra equivalente a 50 galones y a 300 botellas».
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