El blanqueo consiste simplemente en echar el alimento en cuestión en una olla con agua hirviendo y cuándo el agua recupere el hervor dejarlo un par de minutos y retirar. Luego dejar enfriar a temperatura ambiente o metiéndolo en un bol con agua y hielo que lo enfríe.
No es igual que escaldar, una técnica en la que el tiempo en que el alimento está hirviendo es mucho menor. En el caso del blanqueado se trata de una cocción corta que consigue una textura crujiente en el alimento además de preservar los colores de la oxidación. Por eso es interesante para preparar ensaladas con zanahoria, brócoli o vainas de judía verde. Conseguiremos una textura más digerible y unos colores más vistosos.
Desde el mismo medio apuntan que el blanqueado de los productos del mar, (gambas, langostinos, cigalas y percebes), facilita su digestión y además los estiriliza sin que pierdan nada de sabor. Es una técnica que también resulta muy eficaz para retirar los restos de piel y carne de los huesos que luego vamos a utilizar para hacer caldo y evitar así que se cree esa incómoda espuma ocasionada por la proteína que contienen esos restos de sangre y piel.
Y una última utilidad de este tipo de cocción en la carne que utilizamos para la plancha o para estofados y guisos es que conseguiremos que estas queden mucho más melosas a la hora de guisarlos.
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