Al menos esto es lo que se deduce del estudio realizado por un grupo de científicos y nutriólogos de Hangzhou (China) y cuyos resultados se han publicado esta semana en la revista Pnas, dónde explican que «el consumo habitual de alimentos fritos y especialmente de patatas fritas aumenta las probabilidades de padecer ansiedad y depresión», tal y como recoge el periódico La Razón.
En la investigación participaron durante más de once años 141.000 personas durante más de 11 años y las cifras fueron extraidas del Biobanco de Reino Unido, un depósito de libre acceso con información genética y sobre el estilo de vida de medio millón de ciudadanos.
Las conclusiones parecen claras, «el consumo frecuente de frituras, sobre todo patatas fritas, está relacionado con un riesgo un 12% mayor de ansiedad y un 7% mayor de depresión en comparación con las personas que no comen alimentos fritos». Además los investigadores vieron que los participantes que tomaban más de una ración de fritos eran hombres jóvenes, que también era el grupo en el que había más casos de ansiedad y depresión.
La explicación parece estar en una sustancia química llamada acrilamida, que según explican desde la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), «es una sustancia química que se forma de forma natural en productos alimenticios ricos en almidón durante procesos de elaboración a alta temperatura, como fritura, horneado, tueste y, asimismo, transformación industrial, a más de 120 °C y en condiciones de baja humedad». Esta sustancia química podría, «repercutir en la ansiedad y los síntomas de tipo depresivo a través de un proceso de neuroinflamación y modificación de la estructura lipídica de las membranas cerebrales», explican.
Pero que no cunda el pánico, según han explicado los autores del estudio los resultados son preliminares. Es decir no está claro si los alimentos fritos están provocando problemas de salud mental o «si son las personas que experimenta síntomas de depresión o ansiedad las que recurren a la ingesta de alimentos fritos», explican. Aunque matizan, «la clave está en que los alimentos poco saludables y una nutrición deficiente pueden disminuir el estado de ánimo y hacer progresar un trastorno mental, tal y como refieren otros estudios citados en este nuevo».
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