Si esta situación se diera esporádicamente, podrías hacer la vista gorda. Pero últimamente se está repitiendo más de lo que te gustaría. Es superior a tus fuerzas y no sabes cómo controlar ese impulso irremediable que te invita a visitar la cocina. A continuación, te damos las claves para que tus paseos al frigorífico en horas intempestivas no resulten tan frecuentes.
Para encontrar la solución a tu estímulo irrefrenable se antoja necesario conocer las razones de esta práctica que se está convirtiendo en costumbre. En este sentido, los expertos aseguran que existe conexión entre la falta de sueño y el hambre. De hecho, cuando restamos tiempo a nuestro descanso, el organismo interpreta que es hora de acumular grasa.
Por tanto, primero pregúntate si estás reposando las horas adecuadas. Si la respuesta es «no», puede que sufras estrés o ansiedad. ¿Y cómo contrarresta el ser humano las inquietudes que le provocan estas alteraciones? Exacto, atacando a la nevera.
Los nutricionistas también encuentran otros motivos en este picoteo que puede llegar a transformarse en trastorno. Los estudiosos aseguran que cuando llega la noche estamos menos ocupados y tal vez somos propensos, psicológicamente hablando, a consumir alimentos más calóricos. No exageramos, pues en algunos casos se puede llegar a ingerir durante esas horas el 70 por ciento de las calorías totales que asimilamos en un día. ¡Casi nada!
Al parecer, hemos heredado esta costumbre de nuestros antepasados, empecinados en almacenar grasa para soportar las interminables horas de trabajo al día siguiente. Según las estadísticas, esta tradición ancestral ha calado hondo en el dos por ciento de la población española. Hablamos de los considerados comedores nocturnos.
Si no compras pizzas, bollos de mantequilla ni chocolate, aunque sientas la tentación por un segundo, no te quedará más remedio que aguantarte. La solución infalible para no picar alimentos prohibidos es no tenerlos. Di «sí» a las frutas y a las verduras.
Si aguantas el hambre durante todo el día o evitas alguna de las comidas, tu estómago te pedirá una tregua. Acabarás claudicando, y encima, en el momento menos indicado.
Como hemos visto, el descanso influye de manera directa en nuestro apetito. Apurando el sueño hasta la hora del desayuno, no solo te sentirás más ágil y motivado, sino que evitarás esas visitas dañinas a tu nevera de madrugada.
Los expertos aseguran que estar tan pendientes de los dispositivos digitales antes de acostarnos nos espabila. De esta forma, el bostezo desaparece, pero irrumpe en nuestro ser ese deseo de comer alimentos ricos en azúcares y grasas.
Deporte y salud están irremediablemente unidos. Ejercitarte te ayudará a llevar una vida más saludable. Además, repercutirá en tu descanso. Necesitarás esas horas de sueño recomendadas y, por consiguiente, no te despertarás de madrugada para asaltar tu cocina.