La adolescencia es una etapa de la vida que, de primeras, asusta a los padres y a los niños que se van acercando a ella día a día. El temor se produce porque los niños se enfrentan a una etapa de cambios en el aspecto mental y, sobre todo, físico. Ante el espejo, ven cómo su cuerpo va tomando forma de hombre o mujer, comenzarán a verse vello, bigote, el pecho crece, las caderas se ensanchan y en sus rostros puede asomar ya el acné.
Para ser adulto hay que transitar la adolescencia, no queda más remedio. La Organización Mundial de la Salud define que este período de crecimiento es el que produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y 19 años. Independientemente de la dificultad para establecer un rango exacto de edad es importante el valor adaptativo, funcional y decisivo que tiene esta etapa. Cada chico o chica tiene su propio ritmo, pero en general, la comunidad médica ha consensuado las etapas por las que pasa cada menor en su viaje a la edad adulta.
Esta etapa se vive entre los 10 y los 13 años de edad. Aquí las hormonas sexuales comienzan a estar presentes. Es cuando se habla del “estirón”. Los niños crecen bastante, sus huesos se estiran y puede que sientan algo de molestia en las articulaciones. Les empieza a cambiar la voz, nace el vello en pubis y axilas y se inician en el uso del desodorante ya que aumentan la sudoración y el olor corporal. Además, comenzarán a sufrir acné.
Las chicas en esta etapa parecen más maduras físicamente que los chicos. Se desarrollan antes y los cambios son más notables. Además, ella comienzan a preocuparse por su imagen corporal.
En el plano mental, tenemos a niños que son más capaces de reflexionar sobre situaciones hipotéticas, en las que son más conscientes de sus pensamientos, así como de los demás.
En el ámbito de las relaciones, intentarán tener más independencia y sentirán la necesidad de un grupo de amigos. Aunque su deseo de alejarse de los padres es real, también es cierto que seguirán necesitando orientación de los adultos porque, recordemos, siguen siendo niños en proceso de cambio.
Un estudio ha puesto de manifiesto que a los 13 años, los menores dejan de escuchar a sus padres. El neurocientífico Vinod Menon, de la Universidad de Stanford, ha explicado sobre este tema: «Cuando los adolescentes parecen rebelarse por no escuchar a sus padres es porque están programados para prestar más atención a las voces de fuera de casa».
Entre los 14 y los 16 años podemos hablar de adolescencia plena. La independencia de los padres ya es un hecho. Ahora costará más que se unan a un plan familiar, siempre preferirán sus propios planes.
Hay que admitir que es lo lógico y natural. Son parte de un grupo y quieren estar integrados en él, pasar tiempo, vivencias. Verá que su hijo se decanta por una manera de vestir, que puede que le guste o no, pero es la que él ha elegido para formar parte del mundo y como tarjeta de presentación.
En estos estos años es muy importante dar una imagen que le guste y sentirse bien en su piel. Son muy sensibles a la opinión de los demás, por lo que es un buen momento para reforzar su autoestima y terminar de forjar su personalidad como adolescentes.
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Seguramente los conflictos en casa aumentarán. Los hijos se enfrentan a sus padres por modo de vestir, horarios, amistades. A los padres, una vez más, les toca tener paciencia y no dejar de guiar a los hijos. Es el momento de hablar de temas como el sexo, el alcohol o las drogas. Muchos comenzarán a salir con personas y tener sus primeros amores. A esta edad casi todas las chicas tienen ya la regla de modo regular.
Desde los 17 años y hasta los 21 años, que es cuando acaba de formarse el cerebro, estamos hablando de adolescencia tardía. Los cambios físicos ya han pasado y tenemos a personas más “adultas”. Son capaces de controlar sus impulsos y valoran los pros y los contras ante una disyuntiva.
Los padres verán que sus hijos les vuelven a tener en cuenta y les tratan como iguales. Se puede establecer una bonita relación de amistad. Comienzan a pensar en el futuro con expectativas más realistas, la ilusión y los proyectos llenan su mente. Su grupo de amigos y sus relaciones sentimentales son ya más duraderas y firmes.
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El interés por lo que pasa fuera de su círculo aumenta y comienzan a saber qué pasa en el mundo y se informan para formarse una opinión. En cuanto al aspecto físico, el tema de seguir modas pasa a un segundo plano, mientras para los padres esta etapa consiste en establecer un balance entre los límites, la tolerancia y brindar el apoyo necesario.
Los expertos aconsejan acompañar a los hijos en estos años de cambios con mucha paciencia y empatía.
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