Empecemos por el principio. El sábado pasado, a la escritora estadounidense Violet Blue se le ocurrió googlear una sencilla pregunta: “¿Por qué la gente arroja baterías de automóvil al océano?”. Cuál no sería sorpresa cuando el buscador le respondió de forma cuanto menos curiosa. “Tirar baterías de automóviles al océano es bueno para el medioambiente, ya que cargan anguilas eléctricas y alimentan la corriente del Golfo”. Ahí es nada.
Lo mejor del caso es que no era necesario rebuscar en Google para encontrar tan divertida contestación. En realidad, la misma se mostraba en el lugar más visible: justo encima del primer resultado.
Maravillada por el descubrimiento que acababa de hacer, Violet se apresuró a hacer una captura de pantalla y compartirla a través de redes sociales como Twitter. Como era de esperar, la ocurrencia de Google se viralizó rápidamente.
La respuesta que dio el buscador, lejos de aclarar dudas, suscitó muchos interrogantes. ¿Estábamos siendo trolleados? ¿Fue obra de algún hacker? ¿Quiere Google destruir el planeta por razones que aún desconocemos?
Los motores de búsqueda funcionan casi al 100 % de forma automática y, por lo tanto, procesan la información sin recibir apenas supervisión humana. En consecuencia, no son capaces de captar el contexto o los matices de las ingentes cantidades de datos que gestionan.
Por si te lo estás preguntando, la insólita información que encontró Violet Blue provenía de una chanza que hacían los internautas allá por 2018. Así, los algoritmos de Google extrajeron datos de lugares poco fiables y llegaron a la conclusión que ya ha alcanzado la categoría de mito.
Aunque la inteligencia artificial está llegando cada vez más lejos (ya hasta hay robots que pintan cuadros), es evidente que aún le queda mucho camino por recorrer. De hecho, fallos como el que comentamos no son tan raros como podríamos creer en un principio. Basta añadir unas gafas a tu foto para que la IA considere que eres una persona diferente.
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