¿Te cuesta hablar con tu hijo? ¿Quieres charlar amistosamente y sin tabúes sobre el sexo con él o ella? También quieres aprovechar para generar un entorno seguro y crear una comunicación bidireccional para que el más pequeño de la casa pueda expresar cómo se siente, lo que le inquieta, qué dificultades encuentra en el colegio y fuera de él… Bien, si te has planteado estas cuestiones es porque eres consciente de lo importante qué es hablar de educación sexual y afectiva en casa y a edades muy tempranas.
No hay que olvidar que la educación es también un reflejo de lo que somos y de lo que aspiramos a ser. Por lo que estamos influenciados por valores socioculturales y familiares, que marcan un papel muy importante en nuestra vida. Por tanto, nuestro comportamiento sexual y afectivo es más bien un proceso vital que ayuda al desarrollo personal de los más pequeños.
Sin embargo, siguen existiendo muchas trabas en cuanto a estos dos ejes educacionales, ya que pese a romper muchas barreras sociales, la sexualidad y la inteligencia emocional siguen siendo asignaturas pendientes para el ser humano.
Pese a que las necesidades de cada persona son de lo más variopintas, en la sociedad impera la necesidad de una educación afectivo social en la que se aborden estas cuestiones y a diferentes niveles. Desde la infancia, los niños y niñas aprenden cosas nuevas sobre la sexualidad y el mundo adulto (sin quererlo) transmite mucha información al respecto con sus silencios, con su forma de abordar las relaciones, la orientación sexual, con los modelos que les brindamos…
Sin embargo, debemos tener en cuenta que recibir una educación afectivo sexual ayuda a reducir problemas en una edad más adulta y fomenta el aprendizaje del desarrollo personal, ya que al tener mayor consciencia de todo lo que sucede en el entorno podrían reducirse los riesgos de embarazos y de infecciones de transmisión sexual, ayudaría a aceptar la versión que uno tiene sobre sí mismo y a los demás, alentaría su curiosidad y favorecería el diálogo con los progenitores y con otras personas. También permitiría que se convirtiesen en personas más responsables, al conocer los riesgos.
Por eso, la educación sexual y la educación afectiva juegan un papel tan relevante el en desarrollo evolutivo de las personas. Lo que invita a que se empiece a trabajar cuanto antes, concretamente, desde lo que la infancia, ya que es cuando los niños comienzan a desarrollar su personalidad. Este hecho se acentúa si hablamos de la adolescencia, ya que la necesidad que impera es aún más mayor, puesto que la adolescencia es una etapa de muchos cambios y mejor que lleguen a esta etapa más preparados y con mayor consciencia sobre sí mismos.
La educación afectivo sexual constituye uno de los soportes esenciales para los más pequeños, ya que ayuda a conocerse a nivel biológico, pero también a encontrar respuestas a crisis existenciales y transcendentales, que empiezan a ser más comunes en la adolescencia. A su vez, también resulta importante porque sirve de apoyo para construir tu propia identidad y para relacionarte con el mundo.
Es muy importante hablar de sexo con tu hijo o hija y mostrarle la realidad sin tabúes. Para ello, nada mejor que hablar con total naturalidad. Algo similar sucede con la educación afectiva. Es vital escuchar cómo se siente el otro, dejarle que se exprese, darle alas cuando haya que dárselas y marcárles límites cuando sea necesario. El pequeño o la pequeña sentirá que está en un entorno seguro, desde el que mayoritariamente construirá sus vínculos en una edad más avanzada.
Por tanto, la educación sexual y afectiva son dos herramientas muy importantes que ayudan a abrir la mente y a combatir problemas como el abuso, la violencia y la discriminación y en su lugar, ayudan a promover la diversidad y una mayor consciencia de lo que sucede en el entorno respetando y empatizando con los demás.
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