Es inevitable entonces recordar aquellos veranos de la infancia que parecían eternos, pues ahora un mes de vacaciones (en el caso más afortunado) se siente como si fuera tan solo unos días.
Estos días se viralizaba en redes sociales una publicación que compartía precisamente esta reflexión:
Yo quiero que me expliquen por qué cuando era pequeño salía del colegio a las cinco y media, merendaba, jugaba en la calle, hacía los deberes, veía la tele, me bañaba, jugaba en casa, leía y eran las ocho de la tarde todavía. Ahora te tomas un café a las cinco y ya son las doce.
— El Hematocrítico (@hematocritico) March 2, 2022
El usuario @hematocritico comparaba la percepción del tiempo siendo niño y siendo adulto, lamentando que en la infancia tras salir del colegio tenía la sensación de que le diera tiempo a «merendar, jugar en la calle, hacer los deberes, ver la tele, bañarse, jugar en casa, leer» y cuando terminaba de hacer todo esto aún era temprano. «Ahora te tomar un café a las cinco y ya son las doce», compartía.
Para explicar este fenómeno muchos expertos siguen la escala logarítmica, que es la idea de que percibimos el tiempo como una proporción de lo que ya hemos vivido. Es decir, para un niño de dos años un año es la mitad de su vida. Esto explica que cuando somos pequeños parece haber una eternidad entre cada uno de nuestros cumpleaños, así como de épocas que disfrutamos tanto como la Navidad o las vacaciones de verano.
Para una persona de 20 años, un año tan solo es el 5% de su vida, y a medida que nos hacemos más mayores, el porcentaje va disminuyendo y con él la percepción que tenemos del periodo de tiempo que es un año. Cada vez nos parecerá menor.
Esta no es la única idea al respecto. Hay otras teorías que asocian la rapidez del paso del tiempo con el aumento de responsabilidades y tareas en la edad adulta. Son varios los expertos que relacionan el exceso de preocupaciones, el estrés y la rutina con la percepción del tiempo.
MÁS SOBRE: