El esfuerzo, relacionado con el éxito y el cumplimiento de nuestras metas, parece estar íntimamente reñido con el descanso. Culturalmente, sobre todo en lo relacionado con lo profesional o el desempeño en los estudios, conseguir nuestros logros ha ido siempre asociado a una extraña elección: éxito o descanso. Pues te vamos a contar una cosa: esta forma de pensar amenaza tus resultados y, efectivamente, sabotea el cumplimiento de tus objetivos.
La tensión relacionada con la dificultad en la toma de decisiones y la fatiga por el frenético ritmo de vida en el que nos movemos cada día, pueden provocar cambios bruscos de humor. El estrés anula nuestros procesos mentales basados en la lógica para dar paso a la frustración y la irritabilidad que beben de la parte más primitiva de nuestro cerebro. En esos momentos, nuestros pensamientos de nivel superior parecen quedarse adormecidos, atontados…
Esa ausencia de descanso, frente al esfuerzo y la velocidad en tu día a día, van consiguiendo precisamente el efecto contrario. Pero entonces, ¿qué está ocurriendo? Las últimas investigaciones en el ámbito de la neurociencia lo tienen claro: los descansos, sobre todo los de tipo intencional, ayudan. Aportan energía positiva, creatividad, pensamiento innovador y una mentalidad intuitiva. Incluso mejoran los procesos de nuestro cerebro involucrados con la memoria.
Por ejemplo, se ha demostrado que la siesta ayuda a mejorar nuestros estados de alerta y atención. Pero, ¿quién puede tomarse una siesta en mitad de su jornada laboral? ¿Cómo me organizo para descansar entre clase y clase? Te contamos tres grandes hábitos para que sientas los beneficios de la siesta sin necesidad de quedarte dormido.
Toma nota de estos tres hábitos que solo te llevarán cinco minutos y que mejorarán tus capacidades creativas y productivas.
1. Descansar la vista.
Se calcula que, aproximadamente, el 50 por ciento de nuestro cerebro está involucrado en el procesamiento de la información visual. En este sentido, el mero hecho de cerrar los ojos libera esa energía, haciendo descansar a nuestro raciocinio. Es decir, solo con disminuir los estímulos visuales, podemos resetear nuestro cerebro para conectar de nuevo con los procesos innovadores y de resolución de problemas.
2. Soñar despierto
Los niños tienen facilidad para quedarse absortos en sus pensamientos. Seguro que de pequeño te han regañado alguna vez por mirar de manera soñadora por un ventana. Justo lo contrario… Las investigaciones más avanzadas en el campo de la neurociencia revelan que soñar despierto ayuda a incrementar nuestras capacidades creativas.
Veámoslo de otra manera: al igual que nuestros músculos ganan elasticidad mediante suaves estiramientos, nuestro cerebro tiende a asentar conocimientos cuando estamos más relajados. Así que, invierte cinco minutos en soñar con los ojos abiertos…
3. Respirar
Nadie pone en duda que el oxígeno es imprescindible para el funcionamiento de nuestro organismo. Pero, ¿sabías que el cerebro, que representa aproximadamente el 2 por ciento de tu peso corporal consume el 20 por ciento de todo el oxigeno procesado por tus pulmones? En otras palabras: tu mente depende en gran medida de la respiración. La planificación, la toma de decisiones complejas y el pensamiento de orden superior están asociados al consumo de oxigeno.
Una pauta de respiración concentrada simple inyecta un potente impulso de energía mental, que de paso también nos ayuda a relajarnos, potenciando así la productividad y la creatividad.
Eligas la técnica que eligas, invertir en uno de estos hábitos que solo te tomarán cinco minutos, empoderarán tu mente para que se oriente en la resolución de tus problemas para que así puedas ir cumpliendo las metas que te plantees.
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