Comerte el bocata al descender por el tobogán ya pasó a la historia. Tu inocencia al dejar el diente bajo la almohada quedó enterrada en tu infancia. También, tu hábito preferido de los sábados: levantarte pronto para ver los dibujos animados. Pero si hay algo que perdura, unas décadas después de aquellos maravillosos años, al margen de esa mirada pícara que nunca desaparecerá, es tu afición por masticar chicle.
Que si provoca caries, que si esa cantidad de azúcar viajará directa a tus lorzas, que si haciendo pompas tragas un camión de aire… Ninguna de estas advertencias ha propiciado tu veto a la goma de mascar. Y, al contrario de lo que creen todos los que han querido chafarte la fiesta, ¡has hecho bien! ¿Sabías que esa adoración extrema podría explicar ese cuello envidiable que gastas?
¿Sabías que….
los beneficios del chicle son cuantiosos. Entre otras cosas, combate la sequedad de la boca porque estimula la producción de saliva; también reduce la acidez en la boca y el estómago; y sirve para mineralizar los dientes gracias al calcio y al hierro.
No, no es producto de tu imaginación: ese vaivén en tu boca contribuye a reducir la papada. Sí, aunque a veces parezca que se te va a desencajar la mandíbula. Incluso aunque la velocidad a la que trituras la golosina proyecte una imagen dudosa de ti. Y cuando decimos «dudosa» nos referimos a la expresión «estar como unas maracas».
Esta vez, al contrario de lo que ocurrió con la elección de tu tinte de pelo, has elegido el camino correcto. Y es que comer chicle ayuda a eliminar la flacidez y a fortalecer la musculatura de tu cuello, una de las partes de nuestra anatomía a la que hacemos caso omiso… hasta que cumplimos cierta edad. Cuando atisbamos una pequeña arruga o una piel que cuelga, nos entran las prisas. Así que, ¡apunta diez paquetes de hierbabuena y de fresa en tu próxima lista de la compra!
Para que la efectividad sea mayor, adopta una postura erguida. Además, debes pasarte por el arco del triunfo la norma «no comas con la boca abierta». En este caso, un punto a favor de tu objetivo es masticar de tal forma que se te vea la campanilla en Cuenca. ¿Recuerdas ese gesto que adquieres cuando gritas en la montaña rusa? Pues así, pero sin las voces, evidentemente.
Imaginando este panorama, te recomendamos hacerlo a solas o en lugares sin gente en diez kilómetros a la redonda. Con que repitas el gesto un par de veces al día, es suficiente. Sencillo, ¿verdad? Ah, y si el chicle es sin azúcar, mejor que mejor. A ver si lo que te ahorras en cirujano plástico te lo vas a gastar en empastes…
La goma de mascar no es la única solución para eliminar la flacidez. Tras hacer unas pompas, puedes colocar una pelota de tenis debajo de tu barbilla. Después, apriétala contra el pecho. Si no tienes a mano este objeto, bastará con que muevas la cabeza a un lado y a otro de manera suave, manteniendo la postura unos segundos. Ninguno de estos ejercicios servirá de nada si no exfolias la zona y la hidratas adecuadamente. La cosmética te lo pondrá más fácil.
¿Quién te iba a decir a ti que el chicle es lo más parecido a un elixir de la juventud, como cantaba el genial e inolvidable Antonio Vega? Te informamos, además, de que, según la ciencia, la goma de mascar también te puede ayudar a perder peso. Pues oye, quizá debas incluirla ya en tu podio de alimentos para venerar, después de la quinoa y del aguacate, ¿no?
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