Limpiar la casa es uno de los trabajos que hay que hacer sí o sí. Conviene hacerlo de una manera periódica para evitar que se acumule la suciedad en cada rincón. Sin embargo, no hay que olvidarse de las paredes.
Normalmente, nos centramos demasiado en quitar el polvo de los muebles, sacar brillo a los suelos y limpiar los cristales de las ventanas.
Las paredes no solo hay que limpiarlas cuando vayamos a pintarlas, sino que también hay que hacerlo de manera habitual. Si las mantienes limpias durante mucho más tiempo, es posible que consigas una mayor luminosidad.
Se recomienda hacerlo con regularidad, sin embargo, de manera más profunda habría que hacerlo cada seis meses. Las mejores épocas para hacerlo sería en primavera o verano, debido al clima suave de ambas.
La temperatura influye en este proceso a la hora de abrir las ventanas y que las paredes se sequen, así evitaremos el calor intenso de verano y el frío del invierno.
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Si tienes paredes de al temple, es decir, la técnica de pintura en el que el disolvente del pigmento es el agua y el aglutinante, solo podrás quitarle el polvo, ya que al aplicar jabón te podrías llevar la pintura.
Limpiaremos el polvo con una escoba cubierta de un trapo o toalla, de forma que la pasemos de arriba a abajo, desde el techo hasta el suelo. El rodapié es el sitio que más suciedad concentra.
Después, se podrán limpiar las paredes humedeciendo la zona con un paño de microfibras con agua y jabón neutro, después de comprobar que la pared es resistente al agua.
Como último paso, no te olvides de abrir las ventanas para evitar humedad.
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