Las mascarillas llevan con nosotros camino de dos años, tiempo más que suficiente para notar las consecuencias de cubrir nuestro rostro en la mayoría de las interacciones sociales.
Pero los más afectados por esta situación, los más vulnerables, son los niños. 24 meses después del estallido de la pandemia, comienzan a aparecer problemas en el lenguaje, que en los más pequeños se desarrolla por imitación.
Los especialistas ya lo advirtieron: el uso continuado del famoso «cubrebocas» podría tener un impacto en la salud mental y el desarrollo cognitivo de nuestros pequeños. Ahora, comienzan a aflorar las primeras consecuencias.
Los adolescentes, por su parte, muestran síntomas de trastornos emocionales, como la ansiedad y la depresión. En los niños más pequeños, los problemas son menores.
En una entrevista al diario «Nius», la pediatra Gemma Ochando explica que «en los niños nacidos con el inicio de la pandemia se está detectando un aumento de los problemas del neurodesarrollo como retrasos del lenguaje, retrasos madurativos o síntomas de trastorno del espectro autista».
Lo cierto es que nos afecta a todos. La manera de relacionarnos ha cambiado drásticamente de la noche a la mañana. Las reuniones sociales se han reducido a las imprescindibles, incluso con familiares muy próximos, como el caso de los abuelos, población de riesgo para la covid-19.
Esto ha provocado que los más pequeños vean limitados sus estímulos neurosensoriales, reduciendo además las fuentes de aprendizaje al ámbito del círculo familiar de convivientes.
Los bebés nacidos durante los primeros meses de la crisis sanitaria, están aprendiendo que la distancia social, la casi nula interacción más allá de su burbuja, la ausencia de abrazos, saludos y el hecho de no tocarse, es la forma habitual de relacionarse con su entorno.
Fuera del círculo familiar, los niños se relacionan siempre con adultos con mascarilla. Esto implica que el rostro queda oculto la mayor parte del tiempo, limitando el desarrollo de las habilidades en el lenguaje no verbal.
El juego, factor determinante en el aprendizaje y el desarrollo cognitivo, también se ha limitado. Los menores han incrementado el uso de pantallas en sus momentos de ocio frente a compartir con amigos unas divertidas horas de juego tradicional.
Sin embargo, la plasticidad del cerebro de los niños, permitiría revertir estos retrasos madurativos si nos esforzamos aportar en su día a día, los estímulos necesario para incentivar su aprendizaje. Como siempre, debemos poner atención en los más vulnerables.
MÁS SOBRE:
© Sociedad Española de Radio Difusión, S.L.U.
© Sociedad Española de Radiodifusión realiza una reserva expresa de las reproducciones y usos de las obras y otras prestaciones accesibles desde este sitio web a medios de lectura mecánica u otros medios que resulten adecuados a tal fin de conformidad con el artículo 67.3 del Real Decreto-ley 24/2021, de 2 de noviembre.