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Insectos: los alimentos ricos en proteínas que comeremos en los próximos años

La Unión Europea ha dado el visto bueno a la comercialización alimenticia de tres tipos de insectos a los que pronto se podrían sumar otros diez.

Guss González
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Los insectos como parte de nuestra alimentación.
Los insectos «sobrevuelan» las cocinas de los españoles, nunca mejor dicho… Parece muy poco probable que nuestra gastronomía adopte a grillos, saltamontes y otros bichillos, pero sí están sobre la mesa productos procesados, como barritas y harinas para diferentes usos.

Lo cierto es que son una fuente rica en proteínas y con una clara ventaja: la sostenibilidad. Hace ya más de una década que la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación recomienda su uso como una de las medidas que nos ayudarán a luchar contra el cambio climático.

Ahora, la Comisión Europea ha autorizado la venta de tres tipos de insectos para consumo humano y baraja la posibilidad de ampliarlo hasta otras diez especies de invertebrados.

 

¿Sabías que…

Los insectos contienen más proteína que la carne. Ante un esfuerzo físico, los insectos contienen valores de entre 9,96 y 35,2 gramos de proteína por 100 g, La carne, en cambio, posee 16,8 y 20,6 g de proteína por 100 g.

 

Insectos para comensales exigentes

 

La entrada en nuestros supermercados y cocinas dependerá mucho del hecho cultural, que en nuestra tradición no ha incorporado a ninguno de estos animalitos. Su uso gastronómico está extendido en muchos países del globo, pero la cultura mediterránea los rechaza.

La langosta migratoria, el grillo doméstico y el gusano de la harina ya han pasado los controles de las autoridades europeas. Por su parte, el Ministerio de Consumo sostiene que en España se podrían comercializar hasta otras cinco especies más.

Toma nota: hablamos del grillo indio, la mosca soldado negra, la abeja europea, el escarabajo de la harina y la langosta del desierto. Todos con nombres muy exóticos, eso si…

Las propiedades nutricionales son bien conocidas. Estos inofensivos animales tienen un alto contenido en proteínas, por encima de los lácteos, la carne y los huevos. Además, la proteína presente es de una extraordinaria calidad. Otros beneficios, como vitaminas, minerales y micronutrientes, completan la ecuación perfecta para autorizar su consumo.

Pero si vamos un paso más allá, encontraremos otras propiedades que podrían ayudar a la humanidad con algunas dolencias, como la regulación de la microbiota intestinal, la lucha contra el colesterol o incluso el sobrepeso, ya que su consumo podría reducir la absorción de lípidos de la dieta.

 

Rechazo cultural

 

Imagina que pides una caña con tus amigos y como tapa te sirven una ración de saltamontes… Aquí está el problema, en la sensación de rechazo que pueden llegar a producir los insectos comestibles. Por eso, los expertos están trabajando en nuevas formas de aprovechamiento y presentación.

Pese a todo, y según un Observatorio sobre Hábitos Nutricionales de 2021, un 19% de los españolitos se lanzarían a incorporar los insectos para conseguir una dieta sostenible, y de ellos, el 35,9% lo haría siempre que fueran un ingrediente imperceptible, o como el 16,4%, en formato de harina.

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Sea como fuere, parece claro que insectos pasaran a formar parte de nuestra alimentación futura. No debemos olvidar que el gusano de la harina, por ejemplo, tiene un perfil de ácidos grasos sanos extremadamente similar al de nuestro valoradísimo aceite de oliva.

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