En este sentido, en el libro de la psiquiatra española Marian Rojas Estapé, Cómo hacer que te pasen cosas buenas, la psiquiatra explica cómo reacciona el cerebro ante el estrés, ante la amenaza, ante la hiperestimulación y ante los vicios de la era digital en la sociedad actual.
Rojas Estapé resaltaba en una entrevista para El Mundo, que somos una sociedad que ha perdido el sentido de la vida: «Lo hemos sustituido por otras cosas: sensaciones, redes sociales, pantallas, pornografía, alcohol… Ese es el problema y es un problema grave. Sobrevivimos, pero no vivimos. Hemos dejado de hacernos preguntas».
Y es que el poco tiempo que dedicamos a escuchar y atender a todo lo que tiene que ver con el factor humano, nos lleva a una sensación más que frecuente de vacío e insatisfacción constantes. Hoy hablamos de pequeños gestos que pueden ayudarnos a dar un giro a todo esto y, sobre todo, a atraer cosas buenas a nuestra vida. En un artículo para la revista Cuerpo y Mente, Aurora Morera y Juan José Greco, del Instituto de Atención y Formación Sicosocial, dan algunas pautas para conseguirlo. Una de las claves puede estar en cultivar la receptividad y la escucha hacia los demás.
Los expertos hablan como primer paso de pararse a pensar en cuales son las cosas buenas para cada uno, explican que «todo lo vivo proviene de la conciliación de un aspecto creativo y otro receptivo.» Se trata de los dos principios básicos que forman y permiten la vida según El I Ching, libro clásico de la sabiduría china.
El movimiento de lo creativo es «dirigirse hacia delante, hacia la meta, y su quietud implica detenerse y el movimiento de lo receptivo, en cambio, es apertura, y su quietud supone clausurarse, cerrarse».
Nuestra cultura, explican, nos ha colocado en un universo muy rivalizador, ambicioso y activo que tiene que ver con el afán por hacer, poseer, controlar y escapar de la vulnerabilidad.
Otro punto importante que señalan es estar dispuesto o abierto a que estas cosas buenas vengan, una actitud receptiva que implica muchas veces enfrentarnos a cierta ansiedad ante lo desconocido. Al cultivar una actitud receptiva nos damos espacio interno y también dejamos espacio al otro y a lo otro, y nos permitimos mirar, escuchar, notar… ampliamente y el vacío se llena, se hace vivo.
Mantener la calma mental en medio de la agitación y a vibrar de vitalidad y atención en medio del reposo, es otro de los puntos que matizan, «Cuanto más amplia sea la visión que tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno, más fácil será conseguir lo que nos propongamos, pero, sobre todo, más posibilidades tendremos de elegir conscientemente lo que para nosotros tiene valor».
Y por supuesto escucharnos para no repetir los mismos errores, reconocer y disfrutar de lo que hemos logrado e incorporarlo a la vida y dejar salir y soltar lo viejo, «Deja salir y suelta, deja entrar y acoge.» Los autores hablan también de la importancia de cultivar el arte de saber escuchar para abrirnos a lo nuevo.
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