Si eres padre o madre sabrás que muchas veces por mucho que te esfuerces en educar de la mejor manera y poniendo los cinco sentidos, es muy fácil meter la pata o equivocarte al aconsejarles, regañarles o incluso a la hora de relacionarnos delante de ellos con nuestra pareja. Debemos tener en cuenta que cuando aprendemos a gestionar nuestras emociones estamos enseñando a nuestros hijos a hacerlo.
Desde Huffington Post hablan precisamente de estos comportamientos erróneos que cometemos los padres en nuestras relaciones y que transmitimos sin querer a nuestros hijos. La buena noticia es que podemos cambiarlos y poner más atención en ellos.
La psicóloga Claire Nicogossian, profesora adjunta de Psiquiatría y comportamiento humano en la Universidad Brown explica al periódico: “Un consejo para los padres: aceptad vuestros errores. Son inevitables y os dan la oportunidad de crecer y aprender”, explica.
El primero de ellos tiene que ver con cómo manejamos las situaciones de estrés, en las que muchas veces perdemos los nervios y no demostramos ninguna paciencia. Algo que los niños detectan, tal y como explica Nicogossian: “Los niños observan cuando reaccionamos ante el estrés, los conflictos, la presión o el agotamiento, y cuando nos ponemos nerviosos con nuestras parejas… Al mismo tiempo, empiezan a interiorizar cómo responder y reaccionar en situaciones similares”.
Otro error frecuente es querer resolver una discusión con urgencia, lo antes posible, aunque nuestro estado emocional no sea el más adecuado para hacerlo. Son momentos en los que solemos gritar, algo que no es nada bueno para nuestra relación ni para los niños.
Nicogossian habla de otro error frecuente, cuando nos ponemos a la defensiva, no reconocemos nuestros errores y además nos echamos la culpa uno a otro, algo con lo que les estamos enviando el mensaje de “Yo puedo hacer lo mismo”, por eso es tan importante asumir nuestra responsabilidad y admitir que nos hemos equivocado.
Ann-Louise Lockhart, psicóloga pediátrica y asesora de padres, habla de otro gran error: no predicar con el ejemplo: «puede ser que los padres les digan a sus hijos que no interrumpan, griten o utilicen un lenguaje hiriente con los demás, pero luego ellos mismos lo hagan continuamente». Cuando nos demos cuenta de comportamientos así debemos parar y corregirlos delante de los niños.
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