Ante una variante de tan rápida propagación como es ómicron, son muchas las personas que han optado por reforzar su protección frente al virus con las mascarillas FFP2, de mayor eficacia que las quirúrgicas.
A lo largo de los últimos dos años nos hemos familiarizado con las mascarillas. Tanto es así que estas se han convertido en un complemento más que, como el abrigo en invierno, no debemos olvidar coger antes de salir de casa.
Que estén muy presentes en nuestra vida no quita que haya ciertos hábitos que estemos haciendo mal y que pueden anular la función de las mismas: protegernos del virus.
Un error frecuente es colocarse una mascarilla FFP2 sin adaptar la pinza metálica al puente de nuestra nariz. Cuando hacemos esto, logramos que la mascarilla quede ajustada perfectamente a nuestro rostro y evitamos aperturas por las que pueda salir o entrar el aire sin filtrar.
Una vez tenemos adaptada la mascarilla a nuestro rostro, otro error que cometemos con frecuencia es volverla a doblar tal y como nos la encontramos para volverla a usar más adelante. Error. Esto hace que la pinza metálica pierda su forma, se desgaste e incluso se pueda romper, facilitando así huecos entre el rostro y la mascarilla que harán que sea menos efectiva en sus siguientes usos.
«Cuando se coloque una mascarilla, debe moldear el clip a su nariz, no pellizcarlo. De lo contrario, el aire se escapará por del puente de la nariz«, así lo ha expresado la científica Claire Judith Horwell en The Guardian.