Además, pueden comunicarse con nosotros a su manera, expresando las necesidades que tienen según el tipo de maullido. Sin embargo, su cerebro ya no es el que era. Está encogiendo poco a poco y la culpa es totalmente del ser humano.
Lo ha descubierto un estudio publicado por la revista Royal Society Open Science y llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Viena y el Departamento de Ciencias Naturales de los Museos Nacionales de Escocia.
En el estudio han comparado las medidas craneales de los gatos domésticos modernos con las de dos ancestros salvajes más cercano: los gatos monteses africanos (Felis lybica) y europeos (Felis silvestris).
No significa que nuestra mascota sea tonta, pero si parece ser que los cambios podrían empezar cuando el felino aún es un embrión. «La selección de la mansedumbre en la domesticación de animales puede haber causado una regulación a la baja en la migración y proliferación de las células de la cresta neural, lo que lleva a una disminución de la excitabilidad y el miedo. Sin embargo, esta regulación a la baja también puede causar cambios correlacionados en la morfología, la respuesta al estrés y el tamaño del cerebro», relata el artículo.
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La investigación sostiene que el cerebro de estos gatos domésticos se reduce hasta un 25% en comparación con los monteses africanos y europeos. «Los cambios en el volumen craneal -escriben los autores- han sido bien documentados en otras especies domésticas, como conejos, ovejas, perros y muchas más».
La domesticación ha tenido un efecto significativo en la evolución del animal.