En muchos rincones de nuestro planeta es muy típico decorar los huevos de Pascua, uno de los mayores símbolos de la fertilidad en la religión cristiana. Aun así, la celebración de la Pascua es una mezcla entre la resurrección cristiana y la celebración de la llegada de la primavera. Pese a que, cada país vive esta época de diferente manera, hay algo común en todas ellas y es que, dentro del cristianismo, los huevos de Pascua simbolizan no solo la fertilidad, sino también la vida y la luz.
Desde la historia de la humanidad, el huevo fue siempre un emblema de fertilidad, de esperanza y de renacimiento. El huevo empezó a tener importancia en la mitología egipcia en el momento en el que un ave fénix se quemó en su propio nido y poco después, volvió a renacer a raíz del huevo que le había formado desde un principio.
Es por eso que, comenzaron a introducir huevos en las tumbas como un imaginario, que se asociaba a esperanza, a “resucitar”. Los griegos también apoyaron la teoría de que la vida como tal había nacido en un simple huevo.
Sin embargo, tuvieron que llegar los primeros cristianos para catalogar al huevo como un símbolo de resurrección, que representaba el renacer de Jesús. Varios siglos después, concretamente, en la Edad Media cuando llegaba la época de la Pascua los huevos eran decorados y regalados, como un emblema de “buena suerte”.
Por lo que así comenzó a realizarse el festín del huevo durante esta época del año, ya que era sinónimo de regocijo y celebración. A lo que hay que sumarle, la llegada de la primavera con el llamativo verde de los campos y la vida que se respira en ellos. Por lo que no es de extrañar que el huevo también figure como un símbolo de la nueva vida y de la esperanza.
Regalar huevos de Pascua se convirtió en una costumbre con el paso del tiempo y, precisamente por eso, en la época de Pascua es tan típico consumir o regalar huevos a nuestros seres queridos. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando empezaron a ser visibles los huevos de Pascua de chocolate, donde algunas ciudades europeas vecinas comenzaron a hacerlos, eso sí, todos ellos guardaban una grata sorpresa dentro.
Así es, como poco a poco, las diferentes culturas fueron personalizando su propia Pascua y muchos coincidían en pintar y decorar los huevos de Pascua. Esta tradición ha diferido un poco en la actualidad, ya que en muchos países el propio Domingo de Ramos, muchos cristianos se acercan al templo con huevos para que sean bendecidos para su posterior ingesta. Otros en cambio optan por regalar huevos de chocolate o de plástico, que contienen golosinas dentro. Un hecho que responde a la alegría que supone la resurrección del Señor en la religión católica y que se asemeja siempre con el dulce.
Como curiosidad, se ha incorporado un nuevo personaje a los huevos de Pascua: un conejo, que es el encargado de entregar los huevos. Un hecho que ha empezado a convertirse también en una bonita costumbre en tiempos de Cuaresma. Aunque, a veces, para que los más pequeños de la casa estén entretenidos también se suelen esconder para que disfruten de un momento muy divertido y diferente.
Tanto los huevos como el conejo constituyen un emblema en la fertilidad y en la vida. El huevo representa en sí mismo el inicio y el disfrute de la vida, mientras que el conejo se asocia con fines reproductivos.
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