Se trata de coser con el único objetivo de disfrutar y dar rienda suelta a nuestra creatividad y no con un objetivo en concreto. Está inspirado en una técnica japonesa llamada costura boro o sashiko, que consiste en remendar prendas viejas con trozos de otras telas cosidas con pequeñas puntadas, aunque también toma cosas del Kantha indio y el bordado europeo. En definitiva, se trata de recuperar los momentos en los que familia y vecinos se reunían al final de día para hablar y coser.
Tal y como explica en una entrevista a la web de Domestika la artista mexicana Gabriela Martínez (@ofeliayantelmo) una de las mayores abanderadas del movimiento, «el slow stitching es, simplemente, aplicar el bordado como una herramienta para desacelerar y estar presente«.
Practicarlo es muy sencillo. Solo necesitas aguja, hilo y una tela vieja. Puedes utilizar retales que tengas por casa e ir añadiendo trozos de tela, abalorios y flores sin ningún orden pero, eso sí, de manera creativa.
No hace falta saber coser, basta con empezar tomando un trozo de tela, aguja e hijo e ir dando puntadas mientras dejas que fluya tu pensamiento y tu mente.
Los beneficios de practicarlo son muchos, tal y como recoge la revista Telva:
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