Un texto que circula estos días por Internet lo recoge a la perfección. Un usuario solicitaba a los adultos que mantuvieran charlas con sus hijos para advertirles de ciertas conductas que deben evitar con el fin de que estos sepan identificar las injusticias y no se terminen convirtiendo en acosadores o cómplices del bullying.
La cuenta @blogdelmaestro se hacía eso de esta petición, que dice así:
«En septiembre se inician las clases y te quiero pedir un favor. Siéntate con tus hijos e hijas 5 minutos y explícales que no es motivo de burla ser muy alto, bajito, gordito, flaquito, negrito o blanquito. Que no tiene nada de malo llevar los mismos zapatos o deportivas todos los días. Explícale que una mochila usada o rota carga los mismos sueños que una de carrito o de algún personaje. Enséñale por favor, que no excluya a nadie por ‘ser diferente’ o no tener las mismas posibilidades que ellos tienen. Explícale que las burlas duelen… y que a la escuela se va a aprender, NO a competir, NO a criticar, NO a humillar. Explícales que ellos y sus compañeros valen lo mismo. La educación empieza en casa.»
Nuestra misión como padres es preparar a nuestros hijos para asistir al colegio siendo personas cívicas y empáticas. Aunque la educación escolar y el entorno en el que crece influye en la creación de sus personalidades, esa educación no debe ser única, sino que se debe complementar con la que los pequeños reciben en casa.
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