Una vez tramitada la ley, los ciudadanos verán en las estanterías de los supermercados los llamados «alimentos feos». Estos son aquellos con un aspecto no muy estético y que estén próximos a la fecha de caducidad o la fecha de consumo preferente. Para incentivar su consumo los establecimientos deberán rebajar los precios y hacer ofertas a sus clientes. El comprador podrá distinguir estos productos perfectamente por qué estarán ubicados en estanterías para este fin. Además, la tienda o supermercado deberá explicar al consumidor el motivo por el que esos productos están de oferta.
Si hay alimentos con los etiquetados con la fecha de consumo recomendado vencida, se venderán a mitad de precio o con un gran descuento. De esta manera se espera que se venda y no se quede en el estante. Además, se ha incidido en la necesidad de generalizar una práctica que ya se hace en algunos establecimientos de restauración. Se ofrece a los clientes llevarse a casa las sobras de comida sin coste.
El objetivo es que no acabe nada en el cubo de la basura o en los verdaderos. Las grandes superficies establecerán contactos con bancos, ONG y comedores sociales para que reciban los excedentes. Aunque esta práctica ya se hace, lo que se pretende es que se extienda a todas partes.
Según la FAO, un tercio de los alimentos producidos se pierde o se desperdicia en el mundo para el consumo humano – aproximadamente 1.700 millones de toneladas al año. Estas cifras escandalizan a cualquiera, pero en nuestra mano como consumidores está comprar los alimentos feos y en la de los establecimientos cumplir la nueva ley.
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