Para la creación de este largometraje es importante antes entender el concepto de cómo surgió esta idea materializada en formato audiovisual. Esta producción fue creada como unas de las posibles entregas de la serie 13 pasos por los insólitos, una obra que Antonio Mercero había desarrollado junto con Horacio Valcácel y José Luis Garci. Sin embargo, esta serie nunca se llegó a producir, pero en su esquema figuraban otras obras que sí verían la luz, como Los Pajaritos, La Giocanda está triste o Don Juan, por mencionar algunos.
Ese largometraje del que iba a formar parte esta antología no se desarrolló hasta que, tiempo después, y gracias al empeño de Mercero, la cadena pública cambió de opinión y permitió producirlo, dado el éxito que había obtenido con el estreno de su reciente ficción Crónica de un pueblo.
Contaba con un presupuesto de hasta 4 millones de pesetas y el 17 de julio de 1972 se inició el rodaje de esta producción audiovisual en Madrid, concretamente, en la plaza de Arapiles. Dado que actualmente este emplazamiento se encuentra en la zona privada de una urbanización, el pasado 2021 se instaló una réplica de la cabina de Mercero, como un símbolo conmemorativo con que el pretendían homenajear la labor del realizador.
Con tan solo 35 minutos de duración, La Cabina se ha consagrado como un hito en el cine, aunque en el momento de su estreno el público español no la entendió demasiado bien. Sin embargo, no fue hasta que salió de nuestras fronteras cuando comenzó a obtener de mucho éxito, lo que se tradujo en diversos reconocimientos como Mejor programa dramático del Canal 47 de Nueva York (1973); Premio de la Crítica Internacional del Festival de Montecarlo (1973) y Premio Marconi de Mifed de Milán (1973), por citar algunos.
Por si fuera poco, también fue premiada con un Emmy por la academia televisiva estadounidense. Después de convertirse en un auténtico taquillazo internacional, comenzó a ser muy aclamada por el público de nuestro país.
Como ya hemos comentando anteriormente, Antonio Mercero y José Luis Garci fueron los cabecillas que idearon este proyecto. Sin embargo, cuando tocó escoger el actor, que únicamente se limitaba a gesticular, ambos pensaron que José Luis López Vázquez era la mejor opción, ya que estaban seguros que clavaría la interpretación. Algo en lo que ambos coincidieron visitando la Estatua de la Libertad en la ciudad de Nueva York.
El color de la cabina que aparece en esta producción audiovisual es el rojo, algo llamativo que contrastaba con las que había en nuestro país, que eran de color azul. La respuesta a este juego de colores la daba el mismísimo Mercero en sus entrevistas asegurando que esa era la mejor opción para provocar “angustia” a la audiencia.
A raíz de eso, muchas personas comenzaron a sentir auténtico pánico a las cabinas telefónicas. Tanto fue así que muchas de los ciudadanos, que acudían a ellas para hacer una llamada, trataban siempre de soportar el peso de la puerta con la pierna para que así no se cerrase y no acabasen protagonizando una nueva versión de La Cabina.
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