Primero fue la operación bikini, y ahora después el verano tenemos que ponernos a dieta. Y todos sabemos que en verano…nos descontrolamos: terracitas, más comidas fuera, más planes sociales….Vuelve septiembre, y con mayor o menos sentimiento de culpa, decidimos ponerle remedio a esto.
Mi nombre es Alejandro Vera y soy psicólogo y nutricionista en Madrid. En este artículo te voy a explicar porqué creo que la mayoría de las personas que comienzan una dieta o se comprometen con un proceso de pérdida de peso mediante la alimentación, acaban fracasando.
Con el cuerpo tenemos un problema de difícil solución, siempre lo llevamos encima. Notamos como la ropa se nos pega, el cinturón nos aprieta, y para colmo, los espejos de las ventanillas de los coches y de los escaparates, nos invitan a recordar los estragos de nuestro verano pasado.
Es posible que ya tuviésemos el “come-come” antes de la época estival y pensásemos: “en septiembre me pongo”.
Ya qué, por alguna razón que escapa a mi comprensión, con la alimentación hacemos esto, la disociamos: una época para el disfrute y otra, para el autocontrol.
La razón por la que la culpa no es un gran motor para el cambio, es que porque trabajamos para quitárnosla. En muchas casos, el compromiso con el cambio no es realmente con este, si no con el remordimiento.
¿Piensas que realmente estas lo suficiente motivado y comprometido para hacer una dieta? Si no es así, lo que debemos atender es la culpa.
Supongo que sí, que has decidido que es época de cambio y que te comprometes con ello. El proceso natural para lograrlo es acudir a internet y buscar alguna dieta para llevar a cabo, seguir a Carlos Ríos por Instagram… y en el mejor de los casos, acudir a un nutricionista.
Me sucede con bastante frecuencia cuando le hago alguna “dieta” a algunos de mis pacientes, que la miran extrañados y me preguntan… ¿pero… puedo comer hidratos de carbono? ¿eso no engorda?
El problema del concepto dieta es que orientamos esta como un sacrificio temporal durante el cual tenemos que comer menos, aguantar y bajar de peso. Y luego ya…
Hace unos días leyendo una revista de psicología, leí que habían hecho un estudio donde demostraban que el 80% de los casos de personas que hacen dieta, antes de los 3 meses la abandonan.
El objetivo ante un proceso de pérdida de peso nunca debe ser inmediato. La idea es lograr instaurar en nuestro estilo de vida, una forma de alimentarnos que sea sana, flexible y nos permita mantenernos en un normopeso.
Salvo excepción, la mayoría de las personas, llevando una alimentación equilibrada, que no abuse de las grasas trans, de los azucares, la sal, étc, podrán mantener un buen peso. No es necesario prohibir tajantemente ningún tipo de alimento, ni obsesionarse con hacer todos los días 40 minutos de cardio.
Hoy día tenemos gran cantidad de dietas que además se pronuncian cómo beneficiosas para la salud, por ejemplo: dieta del ayuno intermitente, dieta atkins, dieta keto y un larguísimo etcétera.
¿Son malas estas dietas? Lo cierto es que algunas de ellas han demostrado tener ciertos beneficios sobre la salud y que realmente pueden ayudar a bajar de peso.
Sin embargo, para mí el problema sigue siendo el mismo: las personas las utilizan como una manera rápida de lograr sus objetivos y llegar a donde quieren. Este tipo de dietas son realmente muy difíciles de mantener en el tiempo ya que a la larga, se vuelven insostenibles debido a nuestros ritmos de vida social y laboral.
Además, requieren de una motivación inagotable para poder sostenerlas a largo plazo. Estas son las principales razón por las que yo no suelo recomendar hacer una dieta de este tipo cómo punto de partida.
Hay situaciones donde es necesario hacerla, por ejemplo, si estamos ante un caso de obesidad donde la salud está en peligro o si por ejemplo, eres deportista de élite y necesitas subir o bajar peso para competir.
Sin embargo, dejando a un lado estas situaciones especiales, considero que el concepto dieta es un error. El objetivo es cambiar nuestros hábitos de alimentación e instaurar unos nuevos que sean lo suficientemente buenos, ya que perfectos, nunca lo serán y tampoco deben serlo.
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