Y es que ya aparece documentado en un tratado de nefrología de 3.500 años de antigüedad encontrado en Egipto. Se hacía de forma sencilla, sólo hacía falta un puñado de semillas de trigo y otro igual de semillas de cebada, sobre los que debía orinar la mujer durante varios días.
Así se sabía si estaba embarazada, pero además se podía conocer el sexo del futuro bebé de la siguiente forma, si germinaba el trigo se trataba de un niño y si lo hacía la cebada, de una niña. Cuando no germinaba ninguna semilla no había embarazo.
Es más, en los años 60 un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Salud Estadounidense comprobó su eficacia y lo hicieron regando varios grupos de semillas de ambos cereales con orina de mujeres embarazadas, mujeres no embarazadas y hombres y vieron que las predicciones se cumplían en un 70 por ciento de los casos.
Aunque actualmente hay test de embarazos caseros muy populares que normalmente han pasado de generación en generación, lo más recomendable si tienes dudas sobre si estás embarazada es hacerte un test de farmacia o acudir a tu ginecólogo y que este te haga un análisis de sangre y una ecografía.