En su primera llamada, una mujer va a mostrarse muy tranquila y no dejará de insistir en que el humorista se ha equivocado de teléfono. Daba igual las veces que lo dijese, que Isidro seguía en las suyas, tratando de saber si las aguas caen por el motor o por algún otro lado.
Con el segundo atrevido, veremos cómo una amistosa conversación acaba en una discusión a grito pelado. Y todo porque nuestro compañero se empeñaba en que la caldera estaba mal y tenía que hablar con un tal Sisto.
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