Saray Esteso nos ha acercado una de esas historias en las que de milagro no tenemos que lamentar una desgracia, ¡escucha!
Se trata de una mujer en Míchigan que, como ocurre tantas veces, se fue a dormir y se olvidó de quitarse las lentillas. A medianoche se despertó y se dio cuenta, aunque el terrible sueño que tenía la hizo meter la mano en el bolso sin fijarse demasiado.
Suero hidratante para descansar las pocas horas que le quedaban… Aunque ni pudo dormir del dolor que comenzaba a sentir entonces. Se echó el pegamento de uñas postizas que también tenía guardado y a punto estuvo de perder la vista.
De hecho, los propios médicos la dijeron que agradeciera que llevara las lentillas puestas porque la salvaron de un daño irreparable en sus ojos. Lo único que perdió -y es lo menos importante con lo que pudo suceder- fueron las pestañas.
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