Nos encantan las jornadas de sol y playa pero, por mucho que también nos guste lucir un bonito bronceado, no podemos estar expuestos al sol durante horas y horas, menos aún si tenemos algún tipo de quemadura. Para eso precisamente existen las sombrillas, las mejores aliadas para tener un respiro de calor o para resguardarnos mientras comemos frente al mar. Sin embargo, estos parasoles tienen un enemigo indiscutible: el viento.
Aunque no hace falta ser un gran manitas para clavar una sombrilla en la arena, es cierto que tampoco es tan sumamente fácil como puede parecer a simple vista y que tiene su propia técnica si queremos que resista la brisa del mar o los inesperados golpes de viento. Además, esto es muy importante más allá de que nos fastidie tener que volver a ponerla, ya que, nos podemos hacer daño o lastimar a otra persona en caso de que la sombrilla salga volando a través de la playa.
Puedes valerte del propio palo de la sombrilla para hacerlo introduciéndolo con fuerza mientras haces círculos. Eso sí, intenta que no quede muy ancho, es decir, con un diámetro grande, puesto que el palo de la sombrilla es fino.
Es decir, la parte que no tiene el parasol como tal. Déjala clavada en el agujero de la forma más estable posible.
Alrededor del palo habrán quedado huecos de aire que debemos tapar o bien con piedrecitas que podamos encontrar o con arena de la playa. En este último caso intenta que quede lo más firme y prieto posible para que el palo se pueda mover lo mínimo.
En caso de que sea húmeda será aún más compacta y el resultado será mejor.
Si todo está en orden, ha llegado el momento de la prueba de la verdad: colocar la sobrilla en sí. Si hace viento intenta no ajustarla a mucha altura, ya que, entonces será mucho más fácil que salga volando.
¡Todo listo para un día de sol y playa!
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