En el primer caso, analizamos un efecto claro de una rabieta y, como señala nuestra especialista, una falta de aprendizaje a la hora de «gestionar la frustración«. Los padres se preguntan si es síntoma de algo, aunque Diana les tranquiliza explicando que esos golpes en la cabeza no son tan infrecuentes como podemos pensar.
Por ese motivo, les aconseja que cambien su reacción dependiendo de si se hace daño o no. En el primer caso, es conveniente y seguro frenarlo con cariño y sin acudir a los gritos; en el segundo de los casos es fundamental mantener una «actitud neutra» para no darles pie a repetir ese gesto y así ganar nuestra atención.
Tatiana también nos ha escrito a atrevete@cadenadial.com con la preocupación que siente hacia su peque de tres años: «Aún no habla y sí que balbucea, pero no se le entiende», confiesa una atrevida que no sabe si creer a los médicos que le dicen que «cada niño lleva su propio desarrollo».
Para la Doctora Di no es algo que se deba pasar por alto ya que a esa edad debería ser capaz incluso de formar frases sencillas. Por eso, es importante que descubran primero si es un problema a la hora de «expresarse» y no de lenguaje.