1) ¿Realmente estás solo/a?
En primer lugar, hay que analizar nuestra situación: no es lo mismo sentirse solo que estarlo. Tenemos que saber si nuestra soledad es física o mental: podemos estar rodeados de gente y sentirnos solos o, por el contrario, estar solos y encontrarnos en paz con nosotros mismos. Si nuestra soledad es fruto de un estado mental nos provocará una sensación de vacío y frustración.
2) Disfruta contigo mismo/a.
Existe una connotación negativa en torno a la soledad, pero tiene su lado positivo y hay que aprovecharlo al máximo. Una buena forma de hacerlo es encontrar nuevas aficiones, dedicar tiempo a nuestros propios pensamientos y descubrir nuestro mundo interior.
3) No te aísles
A veces nuestros miedos nos juegan malas pasadas. El miedo a la soledad hace que nos alejemos de los demás y que reafirmemos nuestros temores. Por otro lado, disfrutar en soledad no implica dejar a un lado a nuestros seres queridos. Tenemos que ser independientes y autosuficientes, pero eso no impide que tengamos tiempo para pasar en compañía. Es importante mantenernos en contacto con nuestro entorno y salir de casa (en la medida de lo posible) para aliviar nuestro malestar emocional.
4) ¡Peligro! Dependencia emocional
El miedo a la soledad suele estar condicionado por la dependencia hacia una o varias personas que no queremos perder. Valorar los momentos a solas nos ayudará a desprendernos de estas emociones y a disfrutar nuestras relaciones de una forma más plena.
En resumen: lo mejor es encontrar el equilibrio entre la soledad y la compañía: disfrutar de nosotros mismos y de los demás. Así sacaremos lo mejor de cada situación sin atormentarnos ni condicionarnos.