Tiene un sabor que recuerda un poco al de los frutos secos, así como su aspecto puede resultar parecido al de una raíz de jengibre, solo que con pequeños pelitos (raíces) en su capa exterior.
Recetas con malanga hay muchas, quizás no tantas como con patata, pero es cierto que muchas son bastante similares. Pero, lo más importante a la hora de incorporar la malanga a tu dieta es tener claro que no debes consumirla cruda porque puede resultar tóxica.
Además de en papilla, su alto contenido en almidón también la hace un añadido perfecto a salsas acompañantes para carnes o cremas. Puedes consumirla cocida, como parte de un guiso tradicional junto a otras verduras o pollo, o hacer chips con ella (al igual que con la patata o la yuca).
La malanga tiene componentes con un gran valor nutricional como las vitaminas del grupo B, especialmente la B6, del grupo C y del grupo E. además, es rica en potasio, magnesio, fósforo y manganeso.
Es beneficiosa para el sistema digestivo al completo, ya que por su composición, evita el reflujo. Sin embargo, es en el tránsito intestinal donde la malanga resulta más beneficiosa. Su alto contenido en fibra la hace una aliada estrella contra el estreñimiento.
Al reducir la grasa en sangre, la malanga actúa como un perfecto regulador del colesterol (bueno y malo).
Gracias a su alto aporte en vitaminas, su consumo se convierte en el perfecto antioxidante para el cuerpo.
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