Psicología o religión: cada persona tiene un método para afrontar la pandemia

Redacción Cadena Dial

En este contexto de pandemia, ha tomado fuerza el concepto de Resiliencia. En psicología, capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc. Pero hay quién recibe esa capacidad de sobreponerse y seguir adelante haciendo frente a los problemas a través de su fe, de la religión.

Sin embargo, ¿es posible que ser practicante de algún tipo de religión sea un factor de protección ante la adversidad y el dolor? ¿Están las personas creyentes más preparadas psicológicamente para afrontar la crisis del Covid-19?

Un estudio sobre religión y salud mental

Mi nombre es Alejandro y soy psicoterapeuta. Antes de nada, me gustaría aclarar que yo no soy creyente ni practicante, me considero agnóstico. La razón por la que escribo este artículo es porque he leído un estudio que me ha parecido cuanto menos curioso y que también, da que pensar.

El estudio publicado en la revista Journal of Religion and Health, por Florin Dolcos, profesor de psicología en el Instituto Beckman de Ciencia y Tecnología Avanzadas en la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, junto con la profesora de psicología Sanda Dolcos y la estudiante graduada Kelly Hoh, puso de manifiesto dos hechos:

El primero es que las personas religiosas cuando reciben una mala noticia o se enfrentan a una adversidad, emplean un método llamado reevaluación cognitiva. Un método muy parecido al que se propone en psicología positiva.

El ejemplo más evidente y que seguramente nos viene a todos a la cabeza para ilustrar este método, es el duelo. Según dicho estudio, quiénes creían en Dios (no necesariamente debían ser personas cristianas), otorgaban un sentido constructivo a la muerte y les tranquilizaba saber que su ser querido ahora se encontraba con Dios.

 

 

Sin embargo, el “positivismo” no se reservaba únicamente para la pérdida, si no que también resultaba útil para afrontar los problemas del día a día: un accidente doméstico, un contratiempo, un despido laboral, étc.

Esto es lo que en psicología humanista, y en concreto Viktor Frankl, llamaba “el sentido de la experiencia”. Frankl aprovechó su confinamiento en los campos de concentración durante el holocausto Nazi para escribir una de las mejores novelas que existen: El hombre en busca de sentido.

El autor escaneaba a sus compañeros y así mismo, con el objetivo de discernir que hacía que algunas personas durante su estancia en  Auschwitz acabasen rindiéndose y otras sin embargo, continuasen su lucha por salir de allí.

Llegó a la conclusión que la diferencia entre unos y otros era la ilusión y el sentido que le daban a lo que iba a suceder cuando saliesen de allí: reencontrarse con sus seres queridos, escribir un libro, o lo que fuese.

Independientemente de que esto fuera cierto o no.

Autoeficacia de afrontamiento

El segundo punto de valor que refleja este estudio hace referencia a un concepto que los propios investigadores denominaron como “Autoeficacia de afrontamiento”.

En el estudio se contó con 203 personas, de las cuales 57 mostraban valores y creencias relacionadas con la religión o algún tipo de espiritualidad.

El grupo “religioso” mostraba una mayor puntuación en cuanto a la percepción propia de capacidad para afrontar el malestar y el dolor.

Dicho de otro modo, las personas creyentes se sentían mas fuertes a la hora de luchar contra la adversidad. Un fenómeno bastante popular conocido como resiliencia.

¿Hace falta ser creyente para ser resiliente?

La verdad es que no. La resiliencia a fin de cuentas, es una actitud ante la vida. Por ejemplo, en la novela Algo épico, basada en hechos reales, podemos comprobar como el personaje encuentra su resiliencia en el coraje.

A fin de cuentas, se trata de tener un motivo por el que querer luchar.

Conclusiones

Independientemente de nuestras creencias, hay algo positivo que podemos sacar de las personas creyentes: el sentido que le dan a la vida.

La Covid-19, lo que más nos está provocando, es hacernos perder cosas: puestos de trabajo, relaciones de pareja, seres queridos, oportunidades, ocio…

No se trata de verlo de color de rosa, si no de encontrarle un sentido para sobreponernos a todo esto sin rendirnos.