A lo mejor has oído hablar de las «personas amarillas», un término que se está popularizando desde hace pocos años para definir a un tipo muy concreto de gente. No, no nos referimos a Los Simpson. Ni a la gente que sale en la prensa amarilla de cotilleo. Obviamente, tampoco estamos hablando de esa manera inapropiada de llamar a los asiáticos. ¡Por supuesto que no! Nos referimos a algo mucho más positivo.
¿Quieres saber quiénes son las personas amarillas? Te lo contamos.
La primera vez que nos topamos con las personas amarillas fue gracias a Albert Espinosa. Él es el autor de “El mundo Amarillo” un libro sobre la vida y lo sencilla que podemos hacerla descubriendo en nuestro día a día grandes verdades.
Por personas amarillas se entiende aquellas que encuentras en algún momento y, sin más, te cambian la vida. No son amigos, familiares, amantes ni conocidos. Ser o no ser amarillo no tiene nada que ver con ese tipo de cercanía. Podría tratarse de un perfecto desconocido. Es una persona que entra en tu vida y, cuando sale de ella, has cambiado a mejor.
Por ejemplo:
– Es amarillo el abuelete que en el parque te dice un par de frases llenas de significado.
– Es amarilla esa amiga de tu amiga con la que coincides en una fiesta y pasas la noche hablando tan ricamente.
– Es amarillo ese chaval que toma un café en la barra y con el que sientes una inmediata complicidad e intercambias unas palabras reveladoras.
– Es amarilla la conductora del autobús, que no sabes qué tiene pero cuya sonrisa te reconforta cada día.
No va de amistad, atracción sexual ni dependencia de ningún tipo. Son personas, anónimas o no, que tienen ese «no-sé-qué» que encaja perfectamente contigo.
Normalmente no te das cuenta de que iluminan. A veces no sabes que han sido importantes hasta mucho tiempo después, porque las lecciones de la vida no suelen mostrarse con claridad de inmediato. Es posible que te hayas cruzado con algunas personas amarillas y quizá no seas consciente de ello.
Estas personas especiales no pretenden influenciar en nuestras vidas, pero lo hacen. Son magnéticas, cuando te encuentras con alguien así te sientes inmediatamente a gusto, como si fuera un amigo de siempre o hubierais tenido un profundo lazo en otra vida.
Las relaciones amarillas tienen estas características:
– La confianza no se construye con el tiempo, sino que ya existe desde el primer momento. Sientes que puedes contarle cualquier cosa, ¡incluso lo que no le confesarías a amistades íntimas!
– Su duración es variable. Puede ser algo de un par de minutos, puede durar horas o días o pueden ser varios encuentros fortuitos separados en el tiempo. Sea como sea, acaba por esfumarse, sin dolor.
– No hay dependencia. Cuando la persona amarilla sale de tu vida, no la echas de menos. A pesar de que te aporta tanto, es una relación espontánea que no causa arraigo.
– El reencuentro es natural. Si vuelves a coincidir con esa persona, sientes que es como si no hubiera pasado el tiempo. Los reencuentros tienen la misma frescura que la primera vez.
¿Por qué el amarillo? Porque es el color del sol que, como estas personas, nos ilumina y nos alegra el día. La idea surge de Albert Espinosa, responsable de trabajos como la popular serie Pulseras Rojas, que seguro que te hizo soltar el lagrimón. Que no te dé palo reconocerlo, también emocionó a Steven Spielberg. Tanto, que va a adaptarla en Estados Unidos.
Albert Espinosa fue un «pulsera roja» y durante su vida luchando contra el cáncer conoció a muchas personas sorprendentes. Llegaron, se cruzaron y le aportaron algo. De alguna manera marcaron un antes y un después, aunque no volviera a verlas. De ahí nace esta fascinante idea.
¿Y tú? ¿A cuántas personas amarillas has conocido ya?
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