Lo primero que debes preguntarte es si eres un padre o una madre helicóptero. Y debes hacerlo contestando a estas tres preguntas:
¿Estás pendiente de las necesidades de tu hijo de forma constante?
¿Te angustia el futuro de tu hijo?
¿Estas obsesionado con el rendimiento académico de tu hijo?
Tu respuesta ha sido «si» en las tres interrogaciones verdad? Sentimos decirte que estás en la senda equivocada y esto es un verdadero problema para la salud emocional de tu pequeño.
Y es que hay una línea entre ser padres precavidos y ser un padre o una madre sobreprotectora hasta el punto de no permitir que nuestros hijos aprendan de sus propios errores: tienen y deben hacerlo.
Cada error es un aprendizaje para ellos y al igual que tú los cometiste y su superación te permitió evolucionar como persona, ellos deben experimentar lo mismo.
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Deja claro a los niños que tener miedo no es malo: es una emoción más y cuando no se convierte en una patología, el miedo nos ayuda a ser prudentes. Y eso mismo debes aplicártelo a tí. No tengas miedo. La vida te expone a riesgos, forma parte de nuestro aprendizaje y desarrollo personal.
Deja de pintarles escenarios fatalistas por todo: les transmitirás una visión pesimista de las cosas. Dales herramientas para saber gestionar las incidencias que el día a día les ponga en su camino.
Confía en tu hijo: es el mejor consejo que podemos darte para lograr que éste adquiera madurez y seguridad en sí mismo. Rompe el cordón umbilical para que sienta que puede tomar decisiones de forma autónoma.
El fracaso es necesario: permítele que se frustre. Fracasará muchas veces a lo largo de su vida y tiene que aprender a gestionar esa emoción. Si no, harás de él un ser permanentemente infeliz.