Estamos convencidos de que aún estás intentando eliminar los excesos navideños y adelgazar. Es complicado, sí, pero no desesperes: nada es imposible y con estos consejos, será más fácil. Y si tu estrategia pasa por eliminar la última comida del día, la cena, estás cometiendo un grave error.
Saltarte la cena hará que pierdas músculo, no grasa. Y precisamente eso es lo que no queremos: la pérdida de músculo hace que el cuerpo consuma menos calorías en reposo, lo que además provocará que nuestro metabolismo sea más lento y nuestra posibilidad de perder peso disminuye.
Hay que retomar las buenas costumbres nutricionales, adelantar la hora de la cena e ingerir en ellas alimentos ligeros y desintoxicantes
Toma buena nota y ¡verás como funciona!
Cremas y guisos de verduras y hortalizas
Depurativas, bajas en calorías y reconfortantes ahora en invierno. Aportan vitaminas, minerales y fibra y son muy fáciles de digerir.
Pescados y moluscos
Al horno, al vapor o a la plancha y acompañados de verduras o ensaladas a la plancha, los pescados son una buena opción al menos tres veces por semana.
Los moluscos son ricos en proteínas, con un bajo contenido en calorías y de muy fácil preparación: calamares, mejillones, pulpo…
Quinoa, bulgur
Atrévete a probar alimentos nuevos. El bulgur es un grano partido de trigo originario de América del Sur, con 112 calorías y 4 gramos de proteína por taza. La quinoa tiene 222.
Ensaladas de hoja pequeña
Para evitar la retención de líquidos, utiliza brotes pequeños o espinacas baby. Complétalas con algo de proteína para que el plato sacie y sea más completo.
Y también carne ¿por qué no?
Elige carnes magras -pollo y pavo- y cocínalas a la plancha acompañadas de verduras o frutas al gusto.
Adelanta la cena
Si preparas cualquiera de estas cenas, recuerda que es importante que la ingieras un mínimo de tres horas antes de acostarte: mejorarás tu digestión y la calidad del sueño.
La fruta, menor para la mañana y a mediodía
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La digestión de las frutas por la noche es mucho más lenta. Hay dos frutas que confirman esta teoría: el plátano y el melón. Su enorme cantidad de fructosa provoca que el cuerpo tenga que ponerse a hacer horas extra para conseguir digerirla. Esto se traduce en flatulencias, hinchazón abdominal, insomnio y, especialmente, en este pensamiento: «maldita la hora en la que me comí ese plátano».