Montse estuvo casada durante 27 años y tuvo dos hijas. Él fue infiel y se lo dijo muy arrepentido. Aun así, Montse no quiso perdonarle, ya que su matrimonio estaba marcado por la posesividad y los celos y vio este incidente como una oportunidad para divorciarse. Seis años después conoció a otra persona. Al principio la convivencia era normal, pero con el tiempo él empezó a sentir celos en situaciones cotidianas. Seguía a Montse a todas partes y no quería separarse de ella. Estuvieron juntos durante cuatro años hasta que ella decidió dejarle. Era igual de celoso y posesivo que su exmarido, aunque esta vez no había hijos de por medio. Montse no entiende por qué ha tropezado dos veces con la misma piedra y teme que la historia se repita en un futuro.