Del mito de la ‘mala madre’ a una víctima del machismo. La serie documental Rocío, contar la verdad para seguir viva se ha convertido en un fenómeno mediático que ha roto todos los esquemas sobre la idea que la sociedad tenía de Rocío Carrasco, una mujer a la que el silencio para proteger a sus hijos le terminó pasando factura. Hasta ahora, que con el documental la hemos visto llegar empoderada, envuelta en un ya icónico traje fucsia y hablando con la seguridad y la fuerza de la verdad.
Porque hay aspectos que han convertido esta docuserie en un fenómeno y en mucho de todo esto ha tenido que ver la figura de Rocío Carrasco. No solo ha tenido que ver su testimonio de violencia machista, protagonista y objeto de debate en la prensa estos últimos meses, sino también la naturalidad y espontaneidad de su protagonista. Su manera de expresarse, el tono de su voz, sus gestos o el juego con los silencios la han dotado de una credibidilad de la que muy pocos se han permitido dudar.
Este miércoles la hija de ‘la más grande’ regresaba a plató y se enfrentaba al cara a cara con algunos colaboradores como Lydia Lozano, quien entonó un sonado mea culpa. La colaboradora de Sálvame reconocía su error y haber sido manipulada durante años por Antonio David Flores. Esa misma noche también se disculpó Kiko Hernández y sonado fue hace unos días el discurso con el que María Patiño asumía haber estado equivocada todo este tiempo.
Rocío Carrasco se ha ganado con su discurso tanto a colaboradores como a millones de espectadores que esa noche se volcaron con la protagonista creando una ‘marea fucsia’ en las redes sociales en honor al traje que esta ha lucido en el documental. Pero que su discurso haya calado tan hondo y tan intensamente en la sociedad se explica por varios motivos.
A la dureza del relato, las infinitas pruebas aportadas y a una trabajada producción por parte de La Fábrica de la Tele se unen componentes innatos en la personalidad y la forma de ser de Rocío Carrasco que la han convertido en, por qué no decirlo, un referente de lucha contra la violencia de género.
Entre estos aspectos destaca la serenidad con la que Rocío Carrasco narra sus vivencias. Esa tranquilidad da muestra de una seguridad en el relato. Esta no tiene prisa y utiliza un tono que dista mucho de lo que estamos acostumbrados a consumir en Telecinco. Ya lo dijo Carlota Corredera antes de la emisión de un episodio de la docuserie, Rocío Carrasco tan solo había pedido ser escuchada, sin cortes ni interrupciones. El deseo le fue concedido y pudo aprovechar para contar su historia con la calma que necesitaba para ello.
Si bien su tono es tranquilo y sosegado, también ha destacado por decir las cosas con la determinación y contundencia de aquel que habla con la verdad. Si uno busca consejos para aprender a hablar en publicó se topará con uno esencial: ser conocedor del tema del cual habla. Cuando uno sabe con certeza de lo que está hablando no se pone nervioso, y nadie mejor que Rocío Carrasco sabe lo que ha vivido Rocío Carrasco en los últimos años.
Así, cuando ha tenido que desmontar algunas de las mentiras que a lo largo de los años se han escuchado sobre ella en televisión, nos ha dejado algunas de las expresiones o frases más icónicas de la docuserie sobre las que hacía especial énfasis, tales como «no tiene coño», «perro no come perro» o «el padre impío».
Cualquier comunicador sabe que muchas veces dicen más los gestos que las palabras, y la comunicación no verbal de Rocío Carrasco también ha dejado huella. Su peculiar forma de colocarse la chaqueta desde las solapas cuando iba a decir algo determinante, su manera de recurrir a tocar el anillo de su madre (situado en la mano izquierda) cuando el tema le tocaba en lo más emocional o el modo en el que con su postura sentada reclamaba su espacio con las piernas son ejemplos de cómo Rocío ha transmitido con más que solo la palabra.
Ha llamado la atención también el rico vocabulario que tiene Rocío Carrasco. Sus numerosos paseos por los juzgados y haber tenido que lidiar durante años con sentencias y luchas judiciales la ha dotado de un rico vocabulario jurídico, pero no solo ha llamado la atención en estos términos.
Muchos espectadores han destacado lo bien que se expresa la protagonista, con expresiones y palabras poco frecuentes que si bien ha conquistado a muchos espectadores, con otros ha podido tener el efecto contrario, pues ha podido dar la imagen de «altiva» o «estirada». Lo cierto es que Rocío Carrasco siempre se ha expresado así, tan solo hace falta recurrir a entrevistas antiguas para comprobarlo.
Otro elemento estrella ha sido el juego con los silencios. Rocío Carrasco los ha utilizado muy bien en la docuserie, los cuales han servido para dotar al relato de expectación y tensión, y lo han volcado también los colaboradores en plató. Al terminar muchos de los capítulos nos hemos topado con transiciones a plató de lo más emocionante donde todos permanecían callados durante largos minutos. Una manera de demostrar que los silencios también son información.
Rocío Carrasco ha sido la pieza clave del éxito de la serie documental, pues junto a las numerosas pruebas presentadas, cada uno de sus gestos, pasos y palabras gritaban verdad.
MÁS SOBRE:
© Sociedad Española de Radio Difusión, S.L.U
© Sociedad Española de Radiodifusión realiza una reserva expresa de las reproducciones y usos de las obras y otras prestaciones accesibles desde este sitio web a medios de lectura mecánica u otros medios que resulten adecuados a tal fin de conformidad con el artículo 67.3 del Real Decreto-ley 24/2021, de 2 de noviembre.