Las mantequillas y margarinas suelen aportar muchas grasas y ácidos grasos saturados a nuestra dieta, algo que suele sobrarnos generalmente en ella. Pero ¿debemos eliminarlas del todo de nuestra alimentación? No es necesario, esa es la conclusión a la que ha llegado la OCU después de analizar 118 productos entre mantequillas y margarinas.
La mantequilla es la grasa de la leche obtenida a partir del batido de la nata. Se elabora a partir de la crema de la leche, de la que se va eliminando agua (desuerado) hasta alcanzar una masa homogénea con un contenido en grasa superior al 80%.
Hay diversas técnicas para su elaboración, diferentes tipos de mantequillas, con y sin sal, light, mantequilla fácil de untar y hasta con denominación de origen protegidas. En España concretamente, tenemos mantequillas con DOP:
La Organización de Consumidores y Usuarios ha analizado la composición de 71 mantequillas (27 mantequillas con sal añadida y 44 sin ella) y ha llegado a la conclusión de que son productos ricos en grasas saturadas y sal, lo que hace que en la valoración de Nutriscore obtengan las letras D y E, la peor nota posible. Esto incluye a las mantequillas ligeras.
Por eso las mantequillas deben consumirse en pequeñas cantidades y no a diario: para tus desayunos, mejor optar por el aceite de oliva virgen extra.
En el caso de las margarinas, en su composición se utilizan grasas de origen vegetal, si bien pueden llevar hasta un 3% de grasa láctea. Además, suelen incorporar aromas de mantequilla y colorantes.
La OCU aconseja sustituir mantequilla y margarina por aceite de oliva virgen o virgen extra, aunque en el caso de personas sanas pueden ser una buena opción, eso sí, si su consumo es ocasional y no supera los diez gramos. En el caso de las personas con sobrepeso u obesidad deberían optar por las opciones ligeras o light, nunca más de diez gramos.
Para los hipertensos la mejor opción es la variedad sin sal y si hay una enfermedad cardiovascular es mejor tomar margarina, pero comprobando antes si el contenido en grasas saturadas no supone más de un tercio de las grasas totales.
Para que se conserven bien, la mejor forma es mantenerlas cerradas, a una temperatura fresca (en la nevera, a 4 ºC) y en un ambiente oscuro ya que en contacto con el aire se enrancian rápidamente y además adquieren el sabor de alimentos con olor fuerte como embutidos y quesos.
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