Tradicionalmente el chocolate es un producto tan admirado como temido debido a que su consumo va estrechamente ligado a la idea de que engorda. Sin embargo y pese a cuánto le gusta a la inmensa mayoría de la población, el chocolate ha ido históricamente acompañado de una serie de afirmaciones que quizás hayas creído durante toda tu vida y no sean tan ciertos como pensabas.
Por eso y con el fin de reconciliarte con el chocolate, hemos reunido algunos de los mitos más extendidos en torno a este alimento para comprobar cuánto hay de cierto en ellos.
Por mucha satisfacción que pueda darnos introducirnos una onza de chocolate en la boca, debemos ser conscientes de que no tiene ningún tipo de efecto en nuestro estado de ánimo, pese a contar en su composición con moléculas como la feniletilamina y la anandamina. De esta forma la “alegría” que nos proporciona comer chocolate será únicamente momentánea y la sentiremos solo después de probarlo.
Aunque su consumo puede liberar serotonina, la conocida como la “hormona de la felicidad”, no está comprobado que el chocolate produzca ningún tipo de adicción si entendemos ésta como la necesidad física de comerlo.
Si comes un pedacito de chocolate cuando estás nervioso o notas una sensación de calma instantánea cuando se deshace en tu boca, te informamos que se trata de una sensación de placer inmediata que no tiene ningún tipo de efecto curativo si sufres estrés o ansiedad. No hay ningún estudio científico que avale esta afirmación.
Verdadero. En este caso, la explicación lógica es que se trata del tipo de chocolate que posee un menor porcentaje de azúcares añadidos y, por norma general, una mayor cantidad de cacao puro. De hecho, se trata de la variedad más amarga y la que menos suele gustar, por ejemplo, a los niños pequeños (y a los grandes amantes del dulce). Eso sí, para que sea considerado chocolate negro tiene que contar con un mínimo de un 43 % de materia seca total de cacao en su composición.
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