El secreto está en sustituir el huevo por otro elemento rico en proteína, para que se pueda formar una masa que sostenga a las patatas en su interior, y ese elemento es la harina de garbanzos.
Este tipo de harina se obtiene de moler garbanzos crudos o tostados, aunque estos últimos le dan mejor sabor ya que los garbanzos crudos le dan un poco de amargor. Este tipo de harina es rica en vitaminas del grupo B (excepto la B12).
La proteína del garbanzo es muy parecida a la de los huevos.
En India y Pakistán se utiliza como base culinaria para fritos y rebozados, por ejemplo en las tradicionales pakoras (frituras de verduras con especias y harina de garbanzos).
Se utiliza mucho en la cocina vegana, aunque también para hacer las tortitas de camarón gaditanas, así como el pescadito frito en algunas zonas. También en el sur de Italia dónde se le conoce cómo fainá.
Diluye 70 gramos de harina de garbanzos en 180 ml de agua en un recipiente hondo donde puedas batir la mezcla hasta conseguir una masa, esponjosa y sin grumos y con una textura similar a la del huevo. Échale sal al gusto y parte la patata en discos.
La patata también contiene triptófano, que unido al de los garbanzos nos garantizan que la tortilla vegana tiene una cantidad alta de proteína.
Dora la patata en aceite hasta que tenga cierta consistencia. Una vez dorada retíralas de la sartén, añade más aceite y cuando esté caliente echa la masa que previamente has preparado con harina y agua, quedará muy parecido al huevo batido.
Añádele a la mezcla la patata y espera a que la base tenga consistencia para darle la vuelta. Puedes añadir también cebolla friéndola con la patata o por separado.