Y eso es precisamente lo que ha ocurrido durante la carrera de 10 kilómetros en aguas abiertas, que se disputaba en el Odaiba Marine Park, en la bahía de la ciudad nipona. La competición se iniciaba a las 6:30 de la mañana con un sol que ya estaba muy alto y que mantenía el agua por encima de los 32 grados, cuando lo habitual para esta geografía son 22 grados.
Debido a esto, muchos competidores necesitaron un extra de hidratación. En concreto, el español Alberto Martínez tuvo que ser atendido al finalizar la carrera precisamente por esta situación sofocante. La tensión que se vivía era máxima, hasta niveles que algunos calificaron de excesivos.
En este tipo de competiciones, los codazos entre los nadadores son habituales. Fruto de la tensión y la propia competencia que les hace intentar ganar posiciones en la carrera. Incluso están contemplados en el reglamente, incluyendo la expulsión en caso de recibir dos tarjetas amarillas por parte de los jueces que vigilan la carrera.
En un momento dado, el británico Hector Pardoe, de 20 años, y que había ido ganando posiciones a una velocidad de vértigo, vio como sus planes de alzarse con una medalla se truncaban bruscamente.
Así narraba el incidente el propio Pardoe: “En mi última vuelta recibí un codazo y pensé que había perdido el ojo. Incluso perdí las gafas. Siempre tuve la esperanza de que si me ocurría eso podría seguir, pero ni tan siquiera pude recuperar las gafas. No veía, pensé que mi ojo se había caído al agua. Me acerqué a los socorristas y les dije: ‘Mi ojo, mi ojo. ¿Está bien’ No me daban una después clara y entonces decidí salir del agua”, confesaba.
La imagen, que el propio nadador publicaba en sus redes sociales, se ha vuelto viral, mostrando la exigencia de este tipo de competiciones del más alto nivel.
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