Isidro plantea el motivo de la llamada nada mas descolgar. «Estamos revisando los teléfonos fijos… Vaya día que llevo… Esta mañana no funciona ninguno», le dice a la interlocutor, una dulce mujer que le responde muy simpática: «… el mío si», asegura.
Montalvo aprovecha para hacerse cómplice de la mujer durante la conversación. «La gente está todo el día hablando por teléfono y no está a lo que está», comenta. La mujer, muy sincera, responde: «… yo lo uso lo más mínimo. Llamar a mi madre y poco más», comenta abiertamente.
Siguiendo con la revisión técnica, Isidro plante una breve comprobación. «Vamos a comprobar el volumen. Déjelo encima de la mesa y grite conmigo…», le plantea a la mujer. «Uno, dos, tres, cuatro», grita la señora siguiendo las instrucciones del técnico. «Pues se oye bien», asegura Montalvo
Ya cogiendo confianza, nuestro técnico ficticio le da el número de empleado a la señora. «Soy el operario 734. Cualquier cosa que necesite, usted me avisa». A lo que la mujer, con mucho desparpajo, responde: «… si es que no puedo… Que estoy haciendo la comida», afirma.
Isidro ya la tiene en el bote y comienza a tentarla con ideas más alocadas. «Como hoy es el aniversario de la empresa, le voy a cantar una canción», le propone a la señora Carmen, que nos confiesa su nombre.
La canción no tiene desperdicio… «Carmen, Carmen… Qué bien funciona el teléfono, qué bien funciona… Qué estarás haciendo de comida que huele tan bien…», mientras involuntariamente (o no) suelta algún gallo. La señora Carmen, impasible, permanece al otro lado del teléfono atenta riendo de cuándo en cuándo.
«¿Te gusta, Carmen?», pregunta Isidro buscando la aprobación. La mujer responde tajante: «… bueno, ya vale… ¡Cuánto tiempo! ¡Que cuelgo…!», le dice la mujer antes de colgar el teléfono.
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