Como es habitual, nuestro carismático Isidro Montalvo se pone a los mandos del teléfono para gastar una de sus bromas atrevidas. En esta ocasión, nos llevará de crucero… ¿Cómo irá el viaje?
Isidro llamaba a una atrevida a la que pillaba desprevenida, haciéndose pasar por personal de una conocida compañía de cruceros. Nuestro gancho ya nos había contado que la mujer tiene un viaje planificado, por lo que no extrañó la llamada del supuesto director del crucero.
«Vamos a tener olas de 6 a 8 metros. Y luego pasaremos a olas de 26 metros», comenzaba Montalvo a desvariar con la viajera, que reaccionaba algo asustada. «En ocasiones hemos perdido gente. Por eso recomendamos no salir del camarote», continuaba metiendo miedo en el cuerpo…
Isidro iba, poco a poco, dibujando un viaje de lo más caótico, mientras la mujer, pasmada, escuchaba atenta al otro lado del teléfono. «De conocimiento de nadar, ¿cómo esta?», preguntaba nuestro bromista. La mujer contesta dudando: «bueno, me voy apañando».
Los cruceros son ocasiones únicas para realizar viajes con múltiples paradas y destinos. Los clientes pueden bajar del barco, en un horario acordado, y recorrer la ciudad en la que se encuentren atracados.
Pero Montalvo le daba un giro de tuerca a este planteamiento: «llegando a Francia pararemos solo 10 minutos. Tendrán que hacer un visita rápida», le explicaba a nuestra atrevida.
Este tipo de barcos, enormes buques de maquinaria muy compleja, cuentan con puestas a punto y revisiones de seguridad periódicas. Aunque no parece que sea así en este caso…
«El barco está totalmente reformado, pero hay una pequeña rotura por donde entra un poco de agua», comentaba a la mujer. «Luego ya vaciamos según el viaje, con ayuda de ustedes, claro», le proponía, aunque sin mucha aceptación.
Para finalizar esta broma por encargo, Isidro le pasaba con el «capitán del barco». La pareja de nuestra atrevida, que aprovecha para, además de unas risas, hacer una proposición de matrimonio en toda regla. «María, que si te quieres casar conmigo», proponía nuestro gancho. «Sí! Claro», respondía muy segura la futura esposa.
Y felices y contentos se fueron de crucero por el mediterráneo. Fin.
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