El humorista solo quería saber el secreto de esta pobre atrevida llamada Rosa y que nada tenía que ver con la llamada; ni conoce a Goyita, ni le ha pedido que les prepare una… ¡Pero si ni siquiera las cocina ya!
E Isidro Montalvo a lo suyo, preocupado por cómo las elabora y de paso contarle algún que otro cotilleo. La mujer alucinaba con la historia que le estaba contando sobre la chica del pueblo que se enrollaba con el chico de bigote de la Caja Rural.
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