Qué tendrán las llamadas de Isidro Montalvo que logran sacar de quicio a los atrevidos y atrevidas. Bueno, sí que lo intuimos aunque mejor que lo escuches por ti mismo…
Unas escrituras encima del despacho de Gonzalo desatarán todo este aluvión de desencuentros, enfados y gritos. Los oyentes no tenían ni idea de lo que se refería nuestro compañero, y este mientras a lo suyo.
«Déjame que te lo explico, muchacho. ¡No puedo estar todo el día en la notaría!», se quejaba Isidro como si fuera él el más perjudicado en la bromita atrevida. Y en esas que una pobre mujer ya desiste y se despide insultándole.
Los intentos con los dos oyentes siguientes va a tener el mismo resultado. Un hombre y una mujer que no conseguían que el humorista les escuchara y que optaron por seguir el camino de la primera mujer: Colgar la llamada.
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