Texto de Arancha Moreno
Hay discos que uno prepara a conciencia y otros que te asaltan sin previo aviso. Esto último es lo que les ha pasado a Hombres G con La esquina de Rowland, una colección de canciones gestada de forma espontánea mientras la pandemia los mantenía lejos de los escenarios. Para no pensar demasiado en el encierro y la incertidumbre, David Summers se lanzó a la composición como vía de escape. Un buen día, compartió con sus compañeros lo que había estado haciendo, y Dani Mezquita, Rafa Gutiérrez y Javi Molina coincidieron con él en que ahí había un disco. Inesperado, pero bienvenido.
«Entré en una dinámica acojonante, el confinamiento me resultó positivo porque disponía de todo el día para mí. Y dije: “Esta es la mía, voy a intentar hacer el mejor disco que haya podido hacer en estos últimos años”», explica David Summers. De entre las más de treinta canciones nuevas escogieron catorce y las grabaron ellos mismos en su propia casa. Sin la presión del calendario, sin presupuesto y con una libertad absoluta.
Un proceso natural, familiar y relajado que se respira en todo el cancionero: «Emocionalmente es un disco muy diferente a todos los que hemos hecho antes. Hemos estado cocinando las canciones y nos ha salido un disco que es precioso, creo que por todas esas circunstancias».
Aseguran que es un disco «hecho en pijama». La casa de Summers era el punto de reunión de los cuatro, que se juntaban para pasar el día y trabajar con total calma y comodidad, dándole a las canciones las vueltas que considerasen necesarias. Lo grabaron allí mismo entre octubre y noviembre de 2020, y después lo mezcló Bori Alarcón en los Estudios Montepríncipe.
Un clima de complicidad, serenidad y disfrute que se refleja en todo el álbum: «Ha sido una experiencia preciosa, me he encontrado con mis amigos de toda la vida, ya todos cincuentones, haciendo música. Es una experiencia superbonita, muy cálida, y algo se transmite en las canciones» declara Summers.
La calidez, precisamente, es uno de los rasgos que mejor definen La esquina de Rowland, un disco en el que miran hacia dentro y, aunque a veces se encuentren bajo cielos grises, siempre se aferran a la luz. Así sucede en “Se me sale el corazón”, el primer single, un festivo reggae que grabaron con Carlos Rivera y que concentra el espíritu del disco: «Los Hombres G creemos que nuestra misión en esta vida es transmitir buen rollo y hacer feliz a nuestro público. Para eso hacemos canciones nosotros, para que la gente se sienta bien». Un espíritu constructivo y acorde con el momento que atraviesa la banda, y en concreto, su vocalista y compositor: «Toda mi vida he escrito lo que siento. Sigo creyendo en las canciones de amor, las canciones positivas, con buen rollo, me gusta el rock and roll pero también las baladas, la música que transmita algo positivo».
Fieles a sus raíces, en este álbum palpitan todos sus referentes, desde el pop beatle hasta el punk y la New Wave, el reggae o el ska. Y aunque han pasado casi cuarenta años desde que fundaron la banda, siguen sonando únicamente a ellos.
Un disco cálido y cercano, un refugio en el que predominan los medios tiempos y donde el telón de fondo es, en muchos momentos, el amor. Por ejemplo, en “No eres nadie” o “Ahora y siempre”, o en ese precioso y delicado vals titulado “Guárdame este baile”.
Esta última es una de las favoritas de su autor: «Es como una canción de boda. Me gusta mucho, creo que es de las más diferentes, tiene otro tratamiento, suena un acordeón, un clarinete, la banda… Es un tema muy especial que no se parece a nada ni a nadie, por eso me encanta».
En esta colección brillan temas soleados, como “Antes de ti”, o ese pop casi californiano que es “Algo en ti” y que recuerda a otros tiempos del cuarteto madrileño. Ellos siguen pensando, como la canción, que “Lo mejor está por llegar”, aunque a veces resulte complicado encontrar la manera, como plantean en la reflexiva “No sé cómo lo vamos a hacer”: «No es una protesta contra el gobierno, sino contra toda la sociedad, lo locos que nos estamos volviendo y lo tensos que estamos. Y también una manera de intentar calmar las cosas», precisa Summers.
Aunque la mayor parte del repertorio se fraguó en 2020, y algún tema apareció en plena grabación —como “Pasar página”—, otras son composiciones previas que por fin han encontrado su lugar, como “En mi habitación”. Distinta es la historia de la casi religiosa “Voy a rezar” que cuenta David: «Hace unos años estuve muy jodido, con mucha depresión, perdí muchos kilos y no me encontraba muy bien. Un día iba por el centro de Madrid, por la Gran Vía, y de pronto vi una iglesia muy bonita, y no sé por qué, me dio por entrar. Entré como buscando algo, pero la verdad es que no encontré ninguna respuesta. En la canción cuento esa experiencia».
Cada una tiene su propia trastienda, y algunas han supuesto todo un descubrimiento: «Lo que me gusta de este disco es que tiene canciones que no habían aparecido ni parecidas en discos anteriores de Hombres G. Eso me gusta, sorprender con algo distinto. Ahora que la industria está como está, es el mejor momento para hacer discos que te gusten a ti, y luego cruzar los dedos a ver si coincides con el público. Ahora solo queremos hacer discos de canciones preciosas, que los oigamos en casa y nos encanten a nosotros».
Entre ellas, piezas como la que cierra el álbum, la desgarradora “El último adiós”. Pero si hay una canción que habla de la esencia del grupo, es precisamente la que le da título al conjunto, “La esquina de Rowland”.
Un guiño al bar madrileño que les vio nacer, una poética y nostálgica mirada al pasado, como reflejan estos versos: «Cómo cambian las cosas / cómo duele el saber / que ya no queda nadie / con quien querer beber». «Habla de mí mismo cuando tenía 17 o 18 años, iba al Rowland y hablaba con Javi de nuestros sueños. Teníamos nuestro grupillo, soñábamos que alguien nos escuchara, que nos dieran una oportunidad. Es un poco el origen de todo. Han pasado tantos años, el Rowland sigue igual, los Hombres G siguen aquí, pero los amigos ya no son los mismos, ya no están. Me parecía muy interesante para hacer una canción», confiesa Summers.
La esquina de Rowland es como ese invitado imprevisto que se acaba convirtiendo en la mejor compañía de la noche. Cuatro músicos tocando relajadamente en tu habitación y un vocalista que canta, si cabe, con más intimidad y delicadeza que nunca. Su disco número trece, un trabajo cálido, luminoso y hogareño. Una preciosa colección de canciones que captan la belleza en mitad de la tormenta. La última versión de unos Hombres G más acogedores y necesarios que nunca.
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