El recurso estrella de los padres: ‘¡Al rincón de pensar!’ es una técnica muy socorrida para castigar a nuestros hijos por un comportamiento inadecuado. Pero, ¿es realmente efectivo?.
Mandar a reflexionar a un niño después de haberse portado mal es usado por los padres, madres, e incluso el profesorado dentro de los colegios. El objetivo de este castigo es apartar al pequeño para que recapacite la actitud que ha tenido y que saque sus propias conclusiones.
Muchas personas son fieles defensoras de esta práctica porque la consideran positiva, pero otras muchas no están muy de acuerdo con este método. Te dejamos las razones por las que deberías dejar de usarla. La creencia sobre si es positivo este hecho o rechazar de que se trate de un castigo no es lo más acertado.
Sin duda, apartarles «al rincón de pensar» es un castigo, y así es como lo entienden ellos. Esto se debe a que este mandato viene precedido por un mal comportamiento del hijo y se pretende así evitarlo más veces.
‘El rincón de pensar ha sido muy utilizado porque vivimos en una sociedad tremendamente conductista, donde lo importante es el resultado, y no importa el camino para conseguirlo’, como declara el psicólogo Rafa Guerrero. Es un recurso muy utilizado para cuando no podemos gestionar de la manera correcta lo ocurrido, y buscamos que se tranquilicen ellos mismos para poder continuar con nuestras labores. Pensado así, tiene más que ver con la comodidad de los padres que de los propios beneficios educativos de los hijos.
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Al formular estas palabras, no estamos atendiendo las razones por las cuales tu hijo ha llevado a cabo esta conducta, enmarcándoles ya en un comportamiento malo. ‘Detrás de las «malas» conductas de este niño no hay ninguna maldad. Lo hace mal porque no sabe hacerlo mejor, o porque está manifestando un malestar con conductas inadecuadas. Desde luego que no está bien empujar a tu hermana, pero esto no quiere decir que tu hijo sea malo’, computa el psicólogo Rafa Guerrero.
Con el rincón de pensar conseguimos apartar al niño del grupo, cuando lo que realmente necesita es lo contrario: un poco de atención o que se le escuche.
Al mandarle a «ese lugar», esperas que tu hijo llegue a conclusiones por si mismo a unas edades en las que su cerebro no está lo suficientemente desarrollado para conseguirlo. Estos solamente podrán regular sus emociones desde un adulto significativo.
Por lo tanto, el rincón de pensar no tiene ninguna utilidad, pues nadie se ha calmado simplemente porque alguien le dijera que lo hiciese.
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