Estrés y alimentación están muy unidos. Si estás pensando en empezar a comer sano es muy importante que revises tu grado de estrés. Ya sabemos que este nos conduce a comer más y no precisamente mejor, si estamos estresados solemos buscar alimentos calóricos, comida rápida y comidas ricas en grasas, que a la larga supondrán una subida de peso.
El estrés influye en las decisiones alimentarias que tomamos, si nos sentimos agobiados y sin tiempo para nada optaremos por comer comida congelada, rápida y generalmente de mala calidad nutricional.
Un estudio realizado con madres de niños pequeños con sobrepeso (las madres) e ingresos bajos en el que se emplearon encuestas para evaluar el grado de estrés, percibido cómo la ingesta de comida rápida y comida con alto contenido en grasa dejó datos muy significativos. Sobre todo en lo relativo al consumo de comida rápida. Mediante el control del estrés percibido, la ingesta de preparaciones grasas y comida rápida de mala calidad se redujo.
Es muy importante controlar y reducir el estrés para centrarnos en la dieta y cocinar más sano, comer mejor en definitiva.
El estrés hace que comamos peor porque altera las hormonas que se encargan de regular el hambre y la saciedad.
El cortisol es la hormona que se asocia con el aumento de peso y es aquella que se libera debido a una situación de estrés. Un estudio de la Universidad de Yale la catalogó como una de las principales causas por las que engordamos.
El cortisol afecta la distribución de la grasa y hace que esta se almacene centralmente en los órganos.
Escuchar música relajante, hacer ejercicio, pasar tiempo de calidad con tus amigos, practicar técnicas de respiración, dedicar diez minutos al día a no hacer absolutamente nada o hacer alguna labor manual, pueden ser actividades que te ayuden a rebajar tu nivel de estrés.
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